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FERNANDO DE MENDOZA Tenemos, pues, que los predicadores de los cinco días, si no en, todo fueron razonables, no forzaron la nota del estilo chabacano. Los que más se dejaron llevar fueron los dos de casa, o sea, el Padre Antonio de Haza y el P. Am.igo. Contagio sin duda. Por lo demás el autor del Quinquatro respira en su sermón del último día y en la crónica de las fiestas tal infantilismo que sólo excita una sonrisa de conmiseración. Vive en fiésta mi~ntras. predica, mientras escucha la música, mientras pasea las calles, mientras deja correr su pluma narrando lo sucedido, mientras. saborea el efecto de lo que estam.pa . No sería el más a propósito para hacer la crítica de todo esto un Padre Isla, burlón y satírico, dado a la caricatura y pesado (4). ¿Cómo se permitían y aplaudían en aquel tiempo ciertas cosas del púlpito? Como se permiten hoy otras, más o menos relacio– nadas con el culto. Recordad algunas procesiones andaluzas y no andaluzas. Habréis visto también fiestas cívico-religiosas italia– nas, muy pintorescas, en que las concesiones al público y a la costumbre no tienen fácil justificación. Todavía no siempre están desterradas de nuestros belenes instalados en local sagrado las garambainas de una feria. No sé si hoy conseguiría una comunidad de religiosos interesar como en r727 a Vitoria, toda la población, grandes y chicos, echar– la a la calle, alegrarla y alegrarse con los cánticos, ponerla en. _movimiento viva y concertadamente, desplegar riquezas que la luz hiere, mientras empieza a ocultarse alegre y radiosa tras la sierra de Badaya. Como nota de humor en aquellos memorables cinco días nos cuenta el P. Amigo que en el atrio del convento de San Francisco se dispuso un lienzo rodeado de guarnición dorada y cubierto• con una cortina multicolor de tafetán. En el lienzo se representaba muy al vivo un asno. Al descorrer los curiosos la cortina podían leer en gruesos caracteres: Aquí estamos todos, asnos y bobos. (4) Gaudeau (Les Precheurs burlesques en Espagne au XVIIIe siecle. Etude sur le· P. Isla. París, 1891) es bastante benigno con el P. Isla y no ve en él más que un festivo escritor, que sacrifica en el ara de su musa regocijada. . ' .

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