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-26- que en otro tiempo echó anclas en Barcelona, donde tenía un tío comerciante, Federico Boni, que sin duda le ayudaba. Po– co a poco se coló en el palacio del Rey, vendía, servía y de– sempefíaba comisiones, como la que le confió D. Carlos en 1390 con motivo de la coronación del Rey de Aragón. Cómo llegó a inspirar confianza, cómo pudo tomar por asalto el car– go de sargen de armas del Rey, cómo se las manejaba ven– diendo a la corte y al público telas, plata, joyas, medicinas, especias, es cosa que no aparece en los documentos de en– tonces. No perdía de todos modos el tiempo. También procuraba aprovecharlo Bernardón de Toaylle, mercader de Ortez, que en Pamplona tenía por factor a Pas_ cual Cruzat. Nicolás de Lasaga, que moraba en Bayona, prestó más de una vez pequefías cantidades a servidores del Rey y vendió a Carlos el Malo, ya al final de su reinado, en– tre otros objetos, una copa de plata notable, con cubierta, es– maltada y dorada, de hechura antigua, que le valió 230 li– bras; algún gobelot de plata dorada, también con su cubier– ta, un drageur, afair;on de gobellot, un aiguebenestier dorado y esmaltado, y una brustia aponer ostias.- De Ar– nauton de Bayona adquirió el Rey una copa cubierta y dora– da, de la fair;on de anglaterra, con suestuy en 107 libras, 5 sueldos. Siendo D. Carlos todavía príncipe compró al obispo de Burgos vajilla de plata por valor de 685 florines. Se sirvió a veces para sus compras de esta especie de Gilibert, de Juan de Conches y de Pedro Ibáñez de Lecum– berri, cambiador como Conches. Pasaban de modo parecido a poder del Rey y de los par– ticulares objetos de plata de todas formas y hechuras y de di– versas procedencias. A ello contribuyó no poco la costumbre de los regalos.

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