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-22- caza hasta triunfar de ella, ponerse en contacto pleno con la naturaleza, son desahogos muy propios de aquella vida exu– berante en que la acción precede más de una vez al pensa– miento. Como divisa, el águila expresa indudablemente en el Malo las remontadas aspiraciones de quien pretende levan– tarse más que todos y dominar; dominar a los de cerca y de lejos, elevar su vuelo sobre las nubes, servirse de la rapidez y de la fuerza, infundir el miedo, destrozar, matar si es pre– ciso. El lebrel enmantelado de su-, últimos años responde tal vez a desilusiones de la vida, cuando el corazón busca repo– so en la fidelidad y mediante ella el olvido de ingratitudes y amarguras. De las divisas del padre dos adoptó el hijo: el águila y .el lebrel. El lebrel, no enmantelado, simbolizando sociabili– dad, nobleza y derechura de intenciones y trato, aquella bue– na fe rara entonces en las cortes, de la que hacía gala y tan natural le era que quedó vinculada en su política y en su nombre, consiguiendo por ella la adhesión y afecto de los súbditos y el respeto de los de fuera. El águil_a, gallarda sig– nificación de energía, intrepidez y señorío, que usó sólo ex– cepcionalmente, tal vez porque su simbolismo no marchaba paralelo con las ideas de su espíritu. No es de ayer el uso de bastones significando dignidad y mando. Seguramente no lo segundo, sino la simple preemi– nencia que le era propia es lógico interpretar en el empleo por Don Carlos de los bastones como divisa, pues no sabe– mos que la usara sino cuando no era todavía más que Mon– señor. La divisa que Carlos III adoptó con mayor cariño fué la de las hojas de castaño o sus frutos. Con la de los lebreles

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