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V Las divisas del Rey En el uso de la divisa prevalece muchas veces el gusto del que la adopta, pero es hija otras veces del capricho. Si la divisa habla, se envuelve a menudo en el misterio y hasta gusta de burlarse de los sencillos de espíritu que lo toman todo al pié de la letra. Si es convencional, busque usted la clave de las de tiempos remotos. Que puede jugar la imagi– nación, la impresión pasajera, el mero recurso ornamental, no hay razón para dudarlo. La mayor parte de las veces cons– tituye un enigma, y si no lo fué, lo es, ya que no esta'mos en el secreto de alusiones, rivalidades, circunstancias, que allí se transparentaban y hoy están veladas. Por las divisas que usaron no sé si conoceríamos, pues, el carácter de ambos Carlos, hijo y padre. ¿Qué le recorda– rían al Mato las cabezas de bestia que hallamos expresa– das como divisa en algún documento? Sus enemigos? Zooló· gicamente qué bestias eran éstas? Acaso la divisa del ciervo, que también usó, indique las aficiones venatorias de su temperamento fogoso, que busca eL descanso del borrascoso espíritu en un ejercicio violento al aire libre, válvula de escape de un vapor penosamente comprimido. Burlar la agilidad del ciervo en su desenfrenada carrera, vencer con la astucia la cautela que da el miedo, rendir la
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