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-18- se dejaba de mirar el pelo al caballo regalado, lo cual es y supongo que siempre ha sido, un expediente práctico, cómo– do y acertado. Al derramar sus dádivas, el Rey no necesitaba alargar mucho los brazos, pues los de casa eran los primeros que, con sonrisa de agradecidos, le aliviaban el trabajo. La reina y los infantes participaban continuamente de sus liberalida– des. Jugaban el principal papel las ropas; mas también repre– sentaban el suyo las alhajas. Así se solemnizaban ciertas fe– chas del año; así se celebraban acontecimientos de todo gé– nero. A Perrin Frezet, orfebre de París, se pagó en 1397 la suma de 420 francos y tres su1:;ldos parisienses por un henap y una jarra de oro, de 5 marcos, 6 onzas y 8 esterlines, que el Rey dió en estrenas de 1 :º de año a su hermano Pedro de Navarra. Las joyas que se compraron ese año para estrenas importaron 768 francos. Parece que en esa cuenta están in– cluídas las que compró el Rey al platero Colin Dupont en 278 francos y dió a la Reina de Francia y otras personas. Eran tales alhajas: un cofrecito de oro con perlas y piedras preciosas, anillos de oro con diamantes y otros dijes de me– nor importdncia. En 1408 para Juana, su hija bastarda, compró el Rey una cruz de oro y un anillo con esmeraldas, y para Juan Pasquier otra cruz de oro grandecita. Todo ello y otros anillos de oro con diamantes no hicieron subir la cuenta más de 94 florines. Por encargo del Rey, Hans de Alemania trabajó en 1423 8 firmaills con perlas y baleses esmeraldas para la nieta del Rey Leonor de Borbón.-D. de Bonte para ella 3 tazas de plata, más una cruz de oro con cuatro perlas grandes y un zafiro, que el Rey dió al Príncipe de Viana para que pudiera regalarla a la misma Dña. Leonor en su marcha a Francia.-
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