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-9- ojos que reconstituyen embobados el perfil indeciso, como en placa desenfocada, del ribazo encauzando la corriente o la flor que la bordea, o la nube reflejada que huye. Tampoco es el agua viscosa que recoge las máculas del camino, ni la del mar, verde, plomiza o lechosa, cuando medita en calma la traición, se encrespa o golpea furiosa las peñas. Las flores de plata no tienen colores y aromas, ni los árboles están vivificados por saviaJecunda, ni llevan sabor los frutos. Jesús argentado no mira 'como en Palestina mira– ba, ni como mira a las almas interiores desde el sagrario. Ni el arte del platero me da al Hombre-Dios pobre, como pobre en su carrera humana le contemplo, ni tan rico que se tras– luzca una idea de sas esplendores en el cielo. La naturaleza sabe presentar la elegancia de la silueta y la precisión y detalle del delicado contorno con que no acer– tará la maestra. mano de Enrique de Arfe. Ni como la naturale– za atinará el artífice, que no dispone sino de pequeñas masas, a fundir gracia y vida, robustez y gracilidad, la idea serena y la unción religiosa. ¿No es para enfriar el más ardoroso entusiasmo ese le– vantarse y desaparecer, ese engañó contínuo, burlando el co– razón, la imaginación y la vista? Siempre algo de menos o algo de más. Siempre con la pequeñez y limitación humana la dificultad plástica, pobreza de medios, luz indómita, monotonía invencible de colór, Pero si el arte sabe revestir de forma una idea y busca su inspiración en la naturaleza, que da al artista los medios de trasmitir su amor y su aversión, sus goces y sus penas, todas las nobles emociones de que es capaz, el pobre manipulador de la plata habrá de contentarse con expresar entre balbuceos los elocuentes sentimientos de un corazón que pugna por de– positar en los demás lo que rebosa del suyo.

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