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212 EULOGIO ZUDAIRE HUARTE BAP, XLV 1-2 Los demás se habían dispersado por razones de salud, por destino de la obediencia o por incapacidad del monasterio de Urdax para alimentarlos y vestirlos. El abad Joaquín Arbeloa, ausente por enferme– dad de perlesía incompleta; el P. José Matías Elizalde en Aniz, para reponer su salud; P. José de Enseña, abad nuevamente de San Joaquín en Madrid; P. Feo. Ignacio Epelde, en Azcoitia, su pueblo natal, «por falta de medios para mantenerse en el Monasterio»; por la misma razón se recogió en Bilbao el P. Juan Ezpuru; el P. Lizaso, natural de Santeste– ban, prestaba sus servicios en la parroquia de Salinas de Oro, por la misma causa; y el P. Feo. Antonio Morón, natural de Elizondo, por igual falta de medios, regresa a su pueblo, en donde colabora como segundo coadjutor; el irunés, P. Juan Luis de Elizondo, destinado a Bujedo; al mismo monasterio, el vizcaino P. Antonio Monasterio, natu– ral de Forúa; P. Francisco Ignacio de Arieta sirve en su pueblo natal, Elorrio, un beneficio parroquial de un tío suyo imposibilitado; con permiso de la superioridad pasa los días en su pueblo natal de Bermeo el P. Manuel Allica; estudiante en Urdax, Juan Francisco de Olaso, natural de Santesteban; en Salamanca, don Julián de Duñabeitia, natural de Elorrio; y en Sancti Spiritus de Avila, los ordenados de menores, don Pedro Felipe de Elizalde, natural de Garzáin y el vizcaíno don Juan Bautista de Landeta, natural de Arteaga 59 • En 1815 acompañan al abad Joaquín de Arbeloa, únicamente los Rdos. PP. Francisco Esteban de Miranda, José Matías de Elizalde y Juan Bautista de Landeta. A Juan Antonio de Echeverz, abad de Urdax de 1818 a 1824 y de 1827 a 1830, corresponde una etapa desquiciada y otra de recuperación, en la que coopera su alternante en el mando, Francisco Esteban de Miranda (abad 1824-1827 y 1830-1833). Durante el trienio constitucional determinan las Cortes (1 de octu– bre de 1820) suprimir todas las casas de los regulares en España, salvo ocho. Fernando VII sanciona lo acordado, con su Real Decreto de 25 del mismo mes. El abad Echeverz se desfibra por demostrar la impor– tancia de su monasterio, como potente foco de irradiación espiritual, aquende y allende los Pirineos, por el celo de sus canónigos premonstra– tenses y por la fuerte corriente de peregrinos a venerar su «portentosísi– ma imagen del Salvador, en su admirable misterio de la Ascensión». Su abad mitrado «exerce jurisdicción espiritual omnímoda en la 59 AGN, Ibid., leg." 8, carp.' 2, cuad. !, núm. 18.
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