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330 CALDERÓN tes (años 1626 y 1632) y trascendieron su ponzoña desde el ambiente oficial al doméstico del paisanaje con el trasiego de tropas a la fron– tera rosellonesa a causa de la guerra rota con Francia (a. 1635). Cataluña era a la sazón eminentemente agrícola y no sobrada de re– cursos, corno no lo fueron el campesino y el ganadero hasta tiem– pos recientes, salvo quizá los grandes empresarios de La Mesta, y los latifundistas. El contrabando de ropa sorprendido en Arenys y Mataró, del que se hizo responsables a los diputados de la Generalidad y la estéril y pertinaz reclamación del quinto real a la ciudad de Barcelona por motivo de las transacciones (a. 1636-1639) provocaron una mayor aproximación entre la oligarquía barcelonesa y los desasosegados provincianos. Se exacerbaron las tensiones cuando la pérdida, cerco y recupe– ración de la plaza y castillo de Salces (20 de julio a 20 de diciembre de 1639, aunque el francés no rindió banderas hasta el 6 de enero de 1640). Unos y otros, ejército regular y voluntarios catalanes rivalizaron, primeramente en reyertas y desafíos, por achacarse mutuamente a negligencia y cobardía aquel fracaso; y unos y otros, nativos y forasters, rivalizaron después en heroicidades de aguante y de asal– to; porque si duras fueron las embestidas contra el francés, adue– ñado de la plaza, cruel fue con los sitiadores la tramontana, la peste, el hambre. Creo que en aquella ocasión cometió la Corona al menos estos dos errores : haber retardado hasta el mes de abril el real diploma de agradecimiento al pueblo de Cataluña por su contribución a la reconquista rosellonesa y haber dispuesto el alojamiento del llamado ejército de naciones en zona tan castigada por los tránsitos de tropas como el veguerío de Gerona y la plana de Vic, aunque se dio orden a los Maestres de Campo de que procuraran alcanzar por la costa tie– rras al sur de Barcelona. Según informe del virrey, conde de Santa Colorna, las primeras distribuciones de boletas por los comisarios reales 1 pudieron reali– zarse sin contratiempo; mas no tardaron en enconarse los ánimos por ciertas reclamaciones de dinero, corno fuero personal, que indebidamente hacen algunos jefes y oficiales y por hurtos de la soldadesca, aquejada del hambre. La hoja informativa En lo fet con– sultat, que la Generalidad difundió ampliamente entre el pueblo, 1 En El Alcalde de Zalamea describe Calderón de la Barca, con pincela– da sobria y exacta, este sistema de alojamientos. Conviene reparar en las espontaneidades de Rebolledo y de Chispa al reclamar el uno, en son de cantar, que la mesonera le mate una gallina, porque hace ascos al carnero y exigir al otro «y a mí no me falte pan». Jorn. I, ese. 1, 2, 3.
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