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DON PEDRO CALDERON DE LA BARCA, EN LIZA POR SU REY En tres etapas de su vida tomó Calderón de la Barca las armas por su rey. Y todas tres dejaron su huella en la obra dramática. De los 23 a los 25 años sirve como escudero, por falta de mejor destino, en el Milanesado y en Flandes. La Dama Duende (I, 1.), Con quien vengo, vengo (I, v) y El Sitio de Breda reflejan la alegría ju– venil y aventurera de un mosquetero bisoño. Más sofisticadas son sus evocaciones del cerco de Fuenterrabía en su mefistofélica comedia No hay como callar. Con el duque del Infantado, don Rodrigo de Sandoval y Hurtado de Mendoza, su señor, y por caballero del há– bito de Santiago, participó el «florido, galante, heroico, lírico y bi– zarro poeta» en la gesta liberadora de Fuenterrabía, a sus 38 de edad. Y con él, su hermano José Calderón, que se ganó el entorchado de capitán, · Su última acción, encendidamente elogiada por el Teniente Ge– neral de la Caballería de Ordenes, don Alvaro de Quiñones, es en los frentes de Tarragona y Lérida, con el llamado ejército de pacifica– ción, cuando sólo por fidelidad al monarca podía poner al tablero los 41 años de su existencia. La indignación de la baronesa Matilde de Montblanc, contra su «indigna patria, que a ser libre república se atreve» es trasunto fiel de la reacción calderoniana contra la re– belión del Principado de Cataluña (Para vencer a amor, querer ven– cerle, I, 13). No se limitó el dramaturgo, caballero del hábito de Santiago, a un desfogue incidental. Creyóse en el deber (no parece que intereses ajenos le instaran) de manifestar al pueblo catalán la inconsisten– cia de sus razones para haberse alzado en armas contra su rey y señor natural. Cataluña, alíada del francés. Las relaciones entre el Principado y el Poder Central, tensas des– de la ascensi6n de Felipe IV al trono, por haber nombrado virreyes (al duque de Alcalá y al obispo Sentís) sin haberles previamente jurado sus constituciones, se envenenaron con el fracaso de las Cor-