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]OSÉ A. DE DoNOSTIA Según mis notas, la anciana Mari-Juana aprendió estos versos en algún impreso. Los versos confirman lo que la tradición ha re– tenido relativo ar intento de los ladrones de pasar la frontera con el robo. La misma tradición dice que cuando se afanaban por dar con la imagen de San ~Aiguel, vino un gran ventarrón, dispersó las hojas que cub_rían la imagen y así pudieron verla. Así me lo refirió Antonio Elizalde, txistulari de Arizcun, como oído a su padre. Según los versos, !os ladrones entraron en San Miguel el día once de mayo. Las fechas gue se barajan en_los documentos que luego se transcriben son todas del mes de mayo, pero el aviso que la criada del alcaide l~evó para dar cuenta del sacrilegio cometido en la cárcel, es de primero de mayo. Hay que retrotraer, por tanto, el robo a tiempo anterior a los documentos en que se trata del sacrilegio. ¿Podremos, por consiguiente, identificar el robo de la canción con el que cita 4rigita y no puede precisar? No sería aven– turado hacerlo, teniendo en cuenta el tiempo que se deja pasar desde que un crimen se comete, robo, etc... hasta dar con los culpables y hacer todas las diligencias judiciales que estos hechos reclaman. Como ve el lector, estas estrofas populares (que no son modelo de poesía), no hacen sino relatar de manera más o menos vaga, general, la acción de robar la efigie de San Miguel. Precisan, como hemos dicho, que los ladrones entraron en el santuario el once de mayo, y que en la recuperación de la imagen intervino un al– calde de corte llamado Rodríguez, que los ladrones se dirigían a Francia, en cuyo límite o muga fué hallada la efigie. Se dice tam– bién que en busca de ésta salieron 300 hombres del Valle de La– rraun. Las notas que, al copiar la canción, tomé en 1912 y los deta– lles expresados en las coplas hacían sospechar que los ladrones hubieran venido de Francia. Puede asegurarse que así fué y que se llamaban: Domingo Abanz, natural de Ezpeleta, Pedro Gameto, natural de Macaya y Pedro Andicol, natural de Valc~rlos. Lo sabemos primeramente por unas páginas de un libro de don Gre-

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