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8 sueco, hoy se va a la preponder;incia del primero sobre el segundo en la vida de la nación. Ambas son hoy día lenguas oficiales: el sueco es hablado por una minoría poco numerosa, pero de mucha influencia dada su situación por lo general cerca del mar, por su cultura, por sus relaciones en el exterior, por sus tradiciones, por su riqueza. El finés en cambio es hablado por la masa del país, población rural, obreros los más de ellos formados en la reciente cultura, violentos, fogue:idos en las luchas sostenidas para lograr el reconocimiento de sus libertades. En las condiciones especiales en que se mueven, estas luchas de idiomas se complica porque entrafia la lucha de clases. Según la estadística de 1910 hablaban el finés un 88 °lo de la pobla– ción; el sueco un 11,6 °lo: existen además pequefios grupos que hablan el ruso, el alemán, ellapón y otros idiomas. Hasta 1809 dominan los suecos en Finlandia: la escuela y la ense– fianza son dominadas por la lengua sueca, contagiándose del espítitu sueco las clases medias. La lengua sueca era la oficial¡ el finés quedaba relegado a las iglesias, al medio familiar y social: los interrogatorios en los Tribunales sin embargo se verificaban en finés. Después de la guerra de 1808-1809 en la que Finlandia se declaró estado independiente, la lengua finesa que era la de la mayoría del nuevo estado se va transformando gradualmente en lengua instrumental, vehículo de cultura verdaderamente nacional. Contribuyó no poco a favorecer esta corriente el romanticismo que en dicha época se dejó sentir en las clases· más cultds del país. En 1821 comienzan los fineses a pedir la enseñanza en finés; cátedra de finés en la Universidad; uso libre del finés en la administración y en los Tribunales, exigiendo que en éstos cuantos intervienen sepan dicho idioma. Todas estas aspiraciones encontraron oposición grandísima en ciertos intelectuales y gobernantes a quienes su formación sueca había en gran parte desasimilado del alma y del sentir nacional. Mas a pesar de esta resistencia, éste se impone, y progresivamente va adquiriendo nuevo terreno en la vida pública. La epopeya nacional Kalevala, el poeta Rumberg, y el filósofo Su!!llman hacen vibrar el sentimentalismo y despiertan en los espíritus nueva ideología. En 1824 se les exige a los párrocos (la religión es luterana), dependientes del Estado, el conocimiento de fa lengua flnlan-

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