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LA REGLA DE SANTA CLARA 129 forma de vida de las hermanas pobres, resumiendo en fórmulas discretas y flexibles lo que en textos anteriores son disposiciones minuciosas y rígidas. En verdad llaman la atención los particulares concretos y precisos, propios de una cabeza pensante en datos de organización. Hasta tener que pregun– tarse por la originalidad propia de Clara y también de Francisco. Personal– mente no tenemos inconveniente alguno en responder que la originalidad de Clara, como la de tantos líderes que buscan canalizar su riqueza de vida en unas estructuras, se expresa sobre todo en la concepción de vida y no tanto en su formulación, que no por ello deja de tener su importancia, si bien suele ser autoría de otros 10. No interesa analizar esas expresiones o fórmulas legislativas. Es, por el contrario, de sumo interés conocer su sentido vivencial y el del contexto histó– rico. De acuerdo con nuestro propósito de presentar la Regla de Santa Clara en visión de pasado, perspectivas de presente y claves de futuro, nos limita– mos a la exposición de esos más destacados valores de vida que, sin duda al– guna, aparecen más abiertamente expuestos en el Testamento. 1.3.1. Oración y contemplación Clara en toda su vida no hizo otra cosa que orar. Porque orar es amar y vivió el empeño del amor en el seguimiento de Cristo, a quien es posible acer– carse y contemplar únicamente a través y mediante la oración. Las expresiones o normas prescriptivas, recogidas en la Regla, se reducen a recordar el rezo de las horas y la recitación de unos padrenuestros -cap. III-. Evidentemente, la Santa no sentía la necesidad de regular ni para sí ni para las hermanas la vivencia del amor que se traduce en oración. Clara es esencialmente una gran contemplativa, escribe René Charles Dhont 11 • Francisco amaba a Cristo y su amor le llevó a colocar la oración por encima de toda otra cosa en su existencia. Fue menos un hombre de oración que la oración hecha hombre 12 • Clara le siguió e imitó en su perenne coloquio místico. El primer movimiento de su ser era salir al encuentro de Aquel a quien ella amaba, permanecer con El en la admiración, adoración y alabanza. Sabía vivir esta experiencia de Dios y apenas se preocupa de "regularla" con normativa. 10 También se nos había sugerido la posibilidad de presentar una visión del pluralismo legis– lativo franciscano, en particular de las hermanas clarisas, es decir, la sucesión de reglas y consti– tuciones -éstas son las que definen la forma de vida-, de donde se pudiera deducir que, a través de los diversos siglos, la que menos ha estado en "vigor" ha sido la Regla. 11 DHONT, R. C., Clara de Asís. Su proyecto de vida evangélica, Valencia, 1979, 47. 12 2 Cel., 95.

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