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LA REGLA DE SANTA CLARA 125 l. l. Letra y vida o espíritu Un binomio que, desafortunadamente, resulta aún demasiado atrayente e, incluso, tiene actualidad. Se piensa que cuenta con fundamentación bíblica y se dice que viene arrastrado del pasado. En el fondo, el binomio es un algo masoquista y dualista, como, en su tónica general, lo es el hombre de la Bi– blia, en contraste con el hombre actual o moderno 2. A tantos teólogos y a mu– chos religiosos y religiosas les resulta fácil recurso el echar mano de la contra– posición entre la letra y el espíritu y vapulear así y en fuerza y a efecto de un mal pensamiento la conducta diversa de los demás, cuando sería mucho más fácil y cristiano buscar una excusa para cada supuesto de culpabilidad, como puede ser el reconocimiento de un incumplimiento de la ley o norma del grupo, rica en vida y por ello no siempre al alcance de todos. Las mentalidades sanas saben descubrir los valores de tantas situaciones de la vida. Y, hoy, normalmente, se reconoce con optimismo y creatividad, que los valores de tantas situaciones autónomas de vida, también las de aquellas que son fruto del Espíritu, pueden y deben ser recogidas y programadas en letra, sencillamente en estructuras que van desde la creación o erección de una institución o persona colegiada, pasando por la elaboración de la norma– tiva concreta que la caracteriza, hasta llegar a la regulación del nombra– miento y presencia de los superiores que animan, en fuerza del mismo Espí– ritu, el carisma o patrimonio espiritual, logradamente reflejado, en cuanto expresión de vida, en la letra a la que damos el denominativo de estructuras. Efectivamente, la organización o estructura es y ha sido siempre la exi– gencia de una vida que desde un principio aparece no solamente reglamen– tada, sino fuertemente programada y presentada en toda su complejidad y compromiso, pero a modo humano, pues así es querido por Dios. El proyecto evangélico, como cualquier otro proyecto que responda a una concepción filo– sófica de la vida, se realiza y vive en este mundo y en categorías sociales, hoy quizá diríamos culturales. Pues bien, nuestra cultura y saber de hoy, al igual que en el pasado y siempre, aprecian muy bien que, como el espíritu o vino se opone y no cabe en odres viejos, del mismo modo las antiguas estructuras no dan cabida a nuevas realidades. Se da un compromiso tanto con el empeño de romper los viejos odres, en expresión bíblica, cuanto con la tarea de creación de odres nuevos que den cabida a tan distintos espíritus. Francisco y Clara trajeron a la sociedad del siglo XIII el Espíritu evangé– lico vivido distintamente de los siglos anteriores. De forma más generosa y convencida, se podría añadir. Se ha escrito que la plasmación de esa forma, 2 LEONARD, A., Pensamiento contemporáneo y fe en Cristo. Un discernimiento intelectual cristiano, Madrid, 1985; LAIN ENTRALGO, P., Cuerpo y alma, Madrid, 1991.
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