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140 SATURNINO ARA 7. Autoridad y obediencia. Esta última, vista siempre como expresión cari– tativa. La autoridad como función de servicio. Ambas requerirán una presen– tación de la misión o tarea respectiva de una forma abierta y creativa que ayude a superioras y hermanas, ante todo, a ser dialogantes; luego, a sentirse responsables en la propia misión y vocación; y, finalmente, a empeñarse como fraternidad en un auténtico compartir el carisma o patrimonio espiritual y a sentirse corresponsables de su realización actual y de su vigencia de futuro. 3. El futuro de la Regla o proyecto de vida de Santa Clara Al reflexionar sobre el futuro de la Regla de Santa Clara lo hacemos como uno más entre tantos que se preguntan, en actitud condescendiente con los datos estadísticos, por la supervivencia de la Iglesia, de la vida religiosa, del movimiento franciscano, etc. Lo hacemos sin angustia, seguros de la perma– nencia de la forma de vida franciscana, dada la presencia del Espíritu y la ge– nerosidad de tantas hermanas y hermanos atraídos por el embrujo cautivador de Cristo y la actualidad del seguimiento del Evangelio. Distinguimos la Regla de Santa Clara, en primer lugar, código legislativo o regulación de vida, en respuesta a la necesidad de ordenar unos comporta– mientos sociales que vienen animados por una generosa concepción y exigidos por un profundo pensamiento espiritual, radicalmente evangélico. Luego, la Regla o proyecto de vida, en cuanto necesitada de adaptación a los tiempos y presentación de unos valores evangélicos entendidos en fuerza a una llamada y luz de lo Alto, meta a alcanzar mediante propuestas que van de acuerdo también con un modo personal de ser y de vivir 21 . Parafraseando las notas aplicadas por Juan Pablo II a la Nueva Evangeli– zación, descrita como nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones, pensamos que la Regla o forma de vida de Santa Clara está necesitada, en cuanto texto legal, de gentes que gusten y vivan su verdad evangélica con re– novado ardor y acierten con métodos y formas de expresión que la hagan ac– tual y abiertamente atractiva. 3.1. El cambio de la tercera ola El cambio que padecemos es tan evidente que, aquí y en este contexto, no necesita de presentación y comentario alguno. En la cresta de la tercera ola y sin dejarse arrastrar por ella, se vive el seguimiento de Cristo, en clave fran– ciscana, dando testimonio visible de vida llena, realizada en fraternidad, en- 21 Tenemos muy presente el Testamento de Santa Clara de Asís, que no es el objeto de nues– tra intervención.

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