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LA REGLA DE SANTA CLARA 139 práctica liberadora de la mujer, pueden estar pidiendo que desaparezcan es– tructuras y se dé paso a unos criterios más conformes con unas realidades de nuevo estilo de vida religiosa, concretamente femenino, y se creen otras que garanticen la opción por una forma de vida consagrada y hagan posible el compromiso de realizar el encuentro personal y experiencia de la verdad de lo trascendente y sobrenatural, el Dios hecho hombre en Cristo 20. 5. El trabajo y el modo de trabajar. El trabajo y el modo de trabajar es para Clara, en cuanto labor manual, uno de los aspectos fundamentales de su propia existencia y forma de vida, asumida en las disposiciones que Francisco había dado en difere:ites ocasiones a los hermanos. Aparece como instru– mento de sacrificio y minoridad. Se encuentran en la Regla expresiones y valoraciones que tienen poca po– sibilidad de prosper&r en el contexto socio-económico-político-religioso de nuestra sociedad. Son valoraciones incluso extrañas a la teología de la activi– dad humana. Basta haber ojeado rápidamente la constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, para entender la distinta visión de una nueva impostación deJ trabajo en la vida religiosa consagrada, como concepto depurado de los supuestos maniqueos de un pasado. La realidad organizativa de nuestra sociedad, no reflejada ni adecuada ni suficientemente en la coti– dianeidad de la vida de los monasterios, obliga a pensar en los posibles modos diversos de trabajar ée las religiosas, enriquecidas con conocimientos, aunque por ahora sólo sean simplemente técnicos y profesionales. 6. La fraternidad. A saber, la unidad basada en la comunión de vida, viene trazada con mano firme por Clara. Pero, si bien sus rasgos espirituales funda– mentales y básicos siguen manteniéndose en vigor, una sensibilidad socioló– gica nueva está requiriendo unos planteamientos y actitudes que lleven a las hermanas clarisas a aparecer verdaderamente como dechados de fraternidad espiritual y sociológica en el hoy, que valora tan distintamente las relaciones interpersonales y las vive de forma muy comprometida. La unidad que tiene por elemento esencial la adhesión a Cristo y la consi– deración de la igualciad de las hermanas como criaturas libres, hijas de Dios, aparece profundamente atenta a los valores, carácter y modo de ser persona– les, reconocida de los talentos y cualidades profesionales y respetuosa de los derechos de las personas y de sus aspiraciones. 20 Omaechevarría dice que Hugolino impuso la clausura, que no había existido en un princi– pio, como sustitutivo ascético de la pobreza en común, meta a que aspiraban las damas pobres. OMAECHEVARRIA, 209. No deja de ser tentadora la idea de un estudio acerca de las prescripcio– nes del vigente Código de Derecho Canónico y demás legislación eclesiástica tocante a la clausura.

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