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138 SATURNmO ARA saber compartir las posibilidades personales y los bienes de cualquier género con los pobres y necesitados. 3. La vida de penitencia. La vida de oración y de pobreza encuentran un complemento en los ayunos y penitencias que, en la Regla de Santa Clara, ad– quieren matices de heroísmo, y en el encuentro entre Clara y Francisco da origen a pronunciados contrastes. Escribe Bartoli: "En dos ocasiones diferentes Francisco mismo debió intervenir decidida– mente para corregir a Clara errores graves, a su juicio. En ambos casos se tra– taba de dos concepciones diversas de la vida de penitencia por parte de Fran– cisco y Clara" 19. Hacer penitencia es la expresión empleada por San Francisco y Santa Clara para designar el género de vida según el Evangelio, abrazado como con– secuencia de su conversión. Este género de vida exige la necesidad de unirse a Cristo aun en la renuncia y en el dolor voluntariamente buscado. Dicho en otras palabras, la mortificación. Nuestra sociedad, que sabe tan poco de privaciones voluntarias porque quizá conoce muy de cerca tantas aflicciones de espíritu, de convivencia coti– diana, falta de alegría, etc., admite a regañadientes las prácticas de mortifica– ción voluntaria. Valora, por el contrario, el esfuerzo por la superación y ter– mina por no aceptar sin dificultad el "consuelo" que supone la "certeza" de unión al dolor redentor de Cristo crucificado. No entiende la supervivencia de una concepción de las penas o penitencias como acción expiatoria. Tolera que las privaciones sean impuestas como medio de ayuda a una regeneración e in– cluso apartamiento del camino de los desajustes sociales y del mal. No admite que se corrija y amoneste, le gusta más bien que se ayude y promocione. No se pueden mantener unos textos legislativos que prescriben rigores que consumen energías corporales de las que nuestros contemporáneos están ne– cesitados para hacer frente a una distinta y más fuerte austeridad y sereni– dad, que son los requisitos básicos para el empeño de un fiel seguimiento de la propia vocación y del correcto cultivo del deber profesional. 4. La clausura. Parece ser, repetimos, que Clara de Asís ni la quiso ni la dejó de querer para sí y para sus hermanas. El ambiente y los horizontes del siglo XIII pueden explicar y justificar la aceptación de unas normas que nue– vos ambientes y tan distintos horizontes, como suelen ser los reflejados en la 19 BARTOLI, 155-156. Continúa: "Las intervenciones fueron resolutivas y como tales son re– cordadas por las hermanas en el proceso. El primer problema surgió a propósito del lugar en que dormía Clara. Efectivamente, en general, dormía sobre un jergón de sarmientos, y a veces en tie– rra desnuda, apoyando la cabeza en una piedra. Esta privación le hizo pronto enfermarse, de suerte que Francisco hubo de intervenir".

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