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LA REGLA DE SANTA CLARA 135 oportunidad de los cambios introducidos. Pero la verdad del don o asistencia del Espíritu está allí. Ante un mundo en cambio, la luz de lo Alto empuja a tomar posiciones positivas frente a unos signos de los tiempos que se presen– tan como gracias o valores del Señor que corren el riesgo de ser obscurecidos por sus contravalores o aspectos negativos. El Espíritu había hablado ya de múltiples maneras a través de la historia, pero su mensaje no se había agotado ciertamente en el pasado. Seguía inter– pelando aún al presente y empujaba a construir creativamente una nueva re– alidad con miras a un futuro, también tiempo del Señor. Pienso que conocemos todos suficientemente las transformaciones de la so– ciedad como para que nos detengamos ahora en su descripción o simple me– morización. Con todo, quizá, sí que nos convenga recordar que ciertas trans– formaciones estudiadas y detectadas pacientemente ya hace treinta años, son vividas hoy con distinta intensidad. Las confesamos y reconocemos, con un lenguaje más actual, como brotes y expresiones de la postmodernidad. Mu– chas de ellas están asediadas por esa crítica que va dirigida contra el relati– vismo cultural que no hay que confundir con el auténtico pensamiento teoló– gico, filosófico y social-político. Las ideas contra corriente forman a su vez parte de otras corrientes, sólo que éstas permanecen subterráneas, ocultas y dispersas, pero están destina– das a aparecer, a hacerse visibles en el momento en que la situación madure. El Vaticano II proporcionó la ocasión oportuna para que corrientes opues– tas a situaciones establecidas se constituyeran en nuevas posiciones, las que han exigido de la vida religiosa, ante todo, una renovación interior y, luego, el cauce adecuado, mediante una legislación acomodada. Conforme las corrientes se van haciendo más fuertes, aparece, en primer lugar, la necesidad de enriquecer un pasado, del que somos herederos, con la vivencia distinta y, tantas veces, más rica, del momento actual, buscando acertar con expresiones conceptuales más asequibles y sobre todo con la cons– trucción de las realidades o práctica cotidiana, en base a nuevas estructuras de vida. Las hermanas clarisas han tenido que recorrer el camino de la reforma del proyecto de vida, expresándose en categorías de cultura actual, y han dado un buen ejemplo o testimonio de empeño de aceptación de las nuevas co– rrientes, en su búsqueda de renovación interior, y de acomodación de las pro– pias estructuras, aunque limitándose casi exclusivamente al cambio de las Constituciones.
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