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LA REGLA DE SANTA CLARA 133 Fue más tarde cuando vivió Clara la preocupación de tener que regular el tiempo que había que dedicar al trabajo. Este no debe ser de tal modo absor– bente que recorte los tiempos de oración, sino que debe estar subordinado y al servicio del espíritu de oración y de la caridad y, en particular, de las herma– nas necesitadas y enfe:-mas. La posesión de bienes y la abundancia de recursos materiales apartó a las formas de vida monástica, existentes en aquel entonces, de la austeridad y sa– crificio. Por ello Clara se empeñó en que la nueva forma de vida ayudara a las hermanas a caminar por la senda y vida del sacrificio, a imitación de Cristo. Aquí está la mística de la pobreza. 1.4. Clara como mujer en la Iglesia Tampoco entro a tratar el tema de la mujer en la Iglesia y menos en la his– toria. Propongo el tema a modo de clave de interpretación de una Regla que se confiesa, universalmente, que es el fruto de una intuición y sabiduría de mujer aunque se temine por reconocer como la imposición de unos buenos tecnócratas en prácticas organizativas, en aquellos tiempos en conocimiento y dominio de los hombres de Iglesia. Sobre la situación de la mujer en la vida social del siglo XIII y su papel en la Iglesia se están publicando trabajos que iluminan todo un contexto de rea– lidades culturales tan distinto y alejado del nuestro 1 5. Estos trabajos pueden servir de ayuda para poder interpretar particulares como las referencias de Clara a Francisco, su devoción y "dependencia" personal, su empeño por una asistencia espiritual por parte de los hermanos 16, etc. La Regla de Santa Clara es una programación de vida pensada para res– ponder a las exigencias evangélicas de fraternidad, idea flotante en el océano religioso del siglo XIII. La inquietud originada por las exigencias de fraterni– dad, vividas en aquel entonces, llevó a elaborar proposiciones de igualdad tanto en las tareas domésticas como en las de animación y dirección de las fra– ternidades. Y así la vida en San Damián se organiza en vista a unas exigen– cias que se juzgan designios del Señor y hoy diríamos signos de los tiempos. 15 VV.AA ., Historia de las mujeres, II, La Edad Media, Madrid, 1992. l6 "Un paso importante en la actualización de las aspiraciones de Santa Clara se ha dado en la institución del asistente religioso en cada una de las federaciones y con las atribuciones tempo– rales dadas al ministro general por el motu proprio "Ecclesiae Sanctae" en orden a la renovación y a la revisión de las Constituciones de las monjas. En la misma línea se halla el establecimiento re– ciente de un oficio especial para las monjas en las curias generales de las tres ramas de la Pri– mera Orden". IRIARTE, 26-27. De la asistencia religiosa, de la intervención de los ministros gene– rales y del oficio especial para las monjas nos preocuparemos en la parte tercera de esta nuestra intervención.

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