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132 SATURNINO ARA vida religiosa es exactamente lo contrario, o sea, la plenitud de la vida de un hombre o de una mujer: su adhesión es, en realidad, apertura al mundo; su aislamiento es plenitud de comunión espiritual 14. Todo ello envuelto en finos detalles de un corazón dilatado por la caridad y rebosando perlecta alegría. 1.3.3. La pobreza como penitencia y austeridad Clara, hija de una familia acomodada, sintió la llamada y necesidad de abrazar, en imitación a Cristo, una vida de sacrificio. l. Pobreza y sacrificio. Sacrificio es siempre toda existencia desprovista de recursos materiales, como es el caso de la pobreza material. Es así de simple la razón por la que los tres capítulos que se refieren a la pobreza evangélica forman el núcleo de la Regla de Santa Clara, síntesis in– tuitiva de unos razonamientos en los que se pierden tan gustosamente los in– vestigadores necesitados de hallar una explicación a la posición firme y deci– dida de Clara que aseguran también ser contra la riqueza, cuando cabe mejor una explicación partiendo de la opción por la "sequela Christi", en el camino de la austeridad y sacrificio. Por descontado que Clara de Asís vio siempre en la pobreza o desposesión de los bienes el camino para entregarse exclusivamente al amor de Cristo y del prójimo. El desasimiento de los bienes materiales ayuda a dar los prime– ros pasos en el camino de desprendimiento y mantenerse firmes en el mismo. Cuando se entra a examinar una serie de detalles que se describen con mi– nuciosidad, se advierte que, por ejemplo, los vestidos burdos, la ausencia de comidas, la estrechez de los locales... se gustan como privaciones que en otros producen tristeza y en las hermanas se convierten en fuente de alegría, por– que es el sacrificio algo que asimila y asemeja a Cristo Jesús. 2. El trabajo. El despojo radical de los bienes puede obligar al hombre y la mujer al trabajo como medio de sustentación. Clara se explica en el capítulo IV de la Regla, recordando que, cuando el Altísimo Padre le llamó a hacer pe– nitencia, ni la pobreza ni el trabajo... le arredraban. Aceptaba el trabajo ma– nual, como expresión, en aquel tiempo, de minoridad y sacrificio. Torpemente y a efectos de una mentalidad no actualizada que se da aún en ciertas idiosin– cracias conventuales, se dice, por ejemplo, que quien barre es pobre; se añade, y se sacrifica... 14 BARTOLI, 144. Al parecer y juicio de este autor, ni la clausura ni el trabajo están bien en• focados por los diversos autores. METZ, J. B.• PETER, T. R., Pasión de Dios. La existencia de las órdenes religiosas hoy, Barcelona, 1992, 55ss.
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