BCCCAP00000000000000000001159

24.4. Parece seguro que el Colegio recibía alumnas niñas, al menos cuan– do se estabilizó su vida; por supuesto, jóvenes y mujeres maduras. «Puedan ser recibidas colegiales siempre, hasta tanto número, según fuere la casa, en la cual cómodamente puedan vivir» (Estat.cap.15). Podían ser recibidas al com– promiso perpetuo con el Colegio desde los 20 años, con tal de que hubieran residido en el mismo cinco años, por tanto siendo adolescentes. Existía un ritual para el día del ingreso, con una misa del día de la Presentación de María en el Templo y oración al Espíritu Santo. En el momento de ofertorio se ade– lantaría la candidata hasta el altar llevando una candela y puesta de rodillas en las gradas del altar, el sacerdote le daría una bendición de perseverancia. (Estat.cap.8). El número ideal para el Colegio fue de doce, además de la rec– tora, como colegialas de cruz. 24.5. Nota propia de este Colegio fue el privilegio de la «no manifesta– ción», para pasar de incógnito, como joven ignorada ante la sociedad, a fin de no ser molestada ni distraida por nadie en su vocación. Este privilegio, harto dificultoso, fue reconocido en 1592 por las cortes de Tarazona, tramitado por Francisco Montaner, representante del Colegio en las mismas. 24.6. Sin ser monjas con votos canónicos, las que se querían comprome– ter con el instituo eran sometidas a un año de probación, que se iniciaba con una misa de la Exaltación de la Santa Cruz; en ella el sacerdote bendecía una cruz y se la imponía; luego la llevaría cosida en su manto. Al final de la misa comulgaba y levantaba un acta ante el notario, prometiendo obediencia a la rectora del Colegio y la promesa de «hacer vida y muerte» en el Colegio. El día del compromiso y obligación de residencia era sonado en el Colegio. La colegiala llevaba la cruz cosida a un manto azul. Después de la misa comul– gaba, levantaban acta notarial y pasaba por cada hermana con abrazo de paz, mientras cantaban algunos versos a la santa Cruz. Después cantaban el Te Deum e iban en procesión por toda la casa. Era importante que en este momento renunciaba la colegiala a toda ley y fuero que comprometiese su compromiso con el Colegio. 24.7. Las Vírgenes no eran monjas con votos; sin embargo, los Estatutos les explicaban y aplicban cada uno con tal exigencia como a monjas benedic– tinas o clarisas. Era notable, sin pronunciarlos, se les obligaba a cumplirlos con gran rigor, por ejemplo, los de obediencia a la rectora y de pobreza en la vida del Colegio. Así no es extraño que con el tiempo fuese considerado como un convento de monjas profesas. 24.8. La vida espiritual era intensa en el Colegio, avivada por los mismos Estatutos y por dos cofradías que fundionaban en el mismo desde final del siglo XVI: La de Santísimo Sacramento y la del Rosario. El matiz más nota– ble de la primera consistió en que el Colegio celebraba con gran solemnidad 68 1 't

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz