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730 P. TEÓFILO DE ORBISO, O. F•.M. CAP. 426 aplicación a sí mismo, aplicación obvia, una vez sabido el simbolismo de la viña y el del «amado», su dueño. En las amenazas hechas a la viña, no podía el pueblo, menos de ver la amenaza de su abandono y reprobación de parte de Dios. Ya el remitirse a su parecer en el asun– to de la viña ('{). 3) y dirigirse a ellos con aquella pregunta que, mien– tras justificaba su propia conducta, condenaba la de la viña, «¿qué más debía hacer yo por ella... ?» (v. 4), hacía presentir su indignación y preparaba la sentencia, que ell;os mismos, de ser sinceros, debían haber pronunciado y que con. gran confusión se ven forzados a oír de boca del dueño ; él retirará a .su .viña todos los favores y cuidados que generosamente le había prodigado •Y la abandonará. Sobre el carácter definitivo o· temporal de este abandono nada se dice expresamente, pues el desorrollo de la parábola exigía esa termi– nación abrupta que dejase en los oyentes la impresión efectista de terror, por si despertaba en ellos sentimientos de penitencia. El solo hecho de omitir en la declaración de la parábola ( V'. 7) el significado de los diversos castigos amenazados a la viña en los 'VV. 5.6, invita al lector a corregir la impresión que de pronto ha recibido sobre el ca– rácter definitivo del abandono y a pensar que los castigos .denunciados a la viña material han de entenderse de un modo congruo en su apli– cación al pueblo, ser responsable, ·capaz de penitencia. Toda la eco– nomía (divina) de la salvación procede del amor de Dios al hombre, amor que nunca se desmiente, y, aun cuando castiga al pecador, busca su bien y no quiere su muerte, sino que se convierta y viva 68 ; y mientras viva, no pone límites a su misericordia para recibirlo en su gracia. Los hechos posteriores de la historia del pueblo confirman el carácter condicionado y temporal de las amenazas hechas a la viña. Colmada la medida de sas crímenes, la viña fue abandonada y entre– gada a merced de sus enemigos, que la devastaron y la arrancaron de su suelo, llevándola cautiva a otras tierras. Mas el castigo ejemplar, que era medicinal, produjo el efecto apetecido de. la penitencia, y expiada la culpa, Dios tomó de nuevo a su viña, y como en otro tiempo la había trasplantado de :agipto 69 , la replantó .en el fértil co– llado de su Tierra santa, donde por siglos había estado. Más tarde, nuevas ingratitudes le habían de acarrear mayores castigos : si los precedentes los había merecido por el desprecio y mal tratamiento de los siervos, los profetas; mandados por Dios al cultivo de su viña, había de llegar un día en que rechazasen el don suptemo del amor de Dios, su propio Hijo, dándole muerte 10 • El castigo será propor– cionado a la culpa, más universal y más duradero: salvo un pequeño 68 Ez 18, 23; 33, 11. 69 Ps 79 (80), 9. 70 Mt 21, 33 ss.; paran. -16-

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