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la Orden tiene planteados acutalmente para realizar su reforma pos• tconcili.ar; diversi– dad -dice- que no debe extrafí.ar demasia– do en circunstancias como las present,es. Y ,exhorta a todos a procurar una auténtica fidelidad a los ideales die N. P. S. Francisco. Todas las miradas de los congresistas se concentran ahora en la figura del Sr. Obispo, que se decide a dirigirnos su palabra. Ella constituirá de hecho el auténtico broche d:e oro que cerrará di,gnamente nuestro co,n– greso, no s6lo por la autoridad de quLen habla, sino también por la forma en que lo haoe: una forma afectuosa, ,espontánea y franca que denota un grande y sincero amor a S. Francisco y a la Orden Fran– cisca.na. Por esto sus palabras toman desde el prin– c1p10 un tono verdaderamente familiar, como lo pone en evidencia el saludo mismo con que empieza: ''Mis queridos hermanos Franciscanos!" Su propósito es el de hablar– nos no sólo por un de'ber pastura! como representant,e que es de la autoridad epis– copal en la diócesis, sino sobre todo por amor, por rel deseo de expa,nsinnarse con nosotros como hermano y amigo. Terciario franciscano en las tres etapas decisivas de su vida (seglar, sacerdote, obispo), no , pretende un discurso oficial, sino una s.im – ' ple expansión fraterna, después de haber escuchado con v,erdadero placer espiritual la ponencia del P. Anasagas,ti y la crónica si,ntética del P. Larrafí.aga sobre •el Congreso. Porque le preocupa nuestra misión en el apostolado (en sus Visitas Pastorales, nunca deja de visitar nuestros conventos). Ha podido él mismo personalmente cons– tatal', en la diócesis, en España y en el mundo, que existe la "leyenda del francis– ca.nismo". Esta no se refiere sólo a la persona de S. Francisco (las "Florecillas") y al encanto de los santuarios franciscanos de Asis y del val1e de Rieti, que él visitó durante el Concilio. Sino •también a los franciscanos: a] hábito, al ideal de la pobre– za y su práctica realza su simplicidad y humildad, etc. A S. Francisco y su Orden sucede, en otro orden, algo de lo que pasa a Cristo y su Igl:esia: asi como ésta es el misterio de la presencia de Cristo en el mu,ndo, pero sin llegar a la perfección im– pecab1e de Cristo, porque ella actúa por hombres pecadores y mis,erables, asi la Orden Franciscana es como la continua. ci6n de S. Froocisco en la historia, pero sin llegar a la perfección excepcional del Seráfico Padre, que con su vida de obs•er– vancia del Evangelio nos legó valores pe– rennes. Realmente, a pesar de que la Orde,n Fran– ciscana sea de las más antiguas, es una de las Ordenes más actuales -afirma elSr. Obispo-. Porque hoy el mundo necesita más que nunca de esas virtudes tan bien descritas por el P. Anasagasti: un modo de ser frater:no, alegre, sincero, pobre ... Pero debe ser una pobreza real, no sólo jurídica (e] Obispo recuerda los prob1emas históricos sobre el uso del dinero y la ex– propiación común). Porque a la Orden Franciscana le compete particularmente el testimonio de la pobreza en nuestro mundo: que lo vean, este testimonio, tanto los po– bres como los ricos mirando a los frai1es pobres no en la leyenda sino en la realidad. Y más en un mu,ndo en el que los medloa de comunicación social lo difunden todo, en el que la propdrción de los católicos frente a los no católicos disminuye cada vez más, en el que dos tercios de la humanidad vive en la pobrreza hasta padecer hambre y care– ce de los bienes fundamentales (suficiente hnstrucción, vestLdo, habitación ... ). ¿ Cómo puede la Orden Franciscana practicar en el mundo actual la pobreza Gomo una nota suya peculiar? Es un problema que ,p!'eo– cupa mucho; y que reclama mucha pr,epa– ración, y mucho cuidado en todas las mani– festaciones de la vida (casas, v,estidos, modo de viajar ... ). Por esto -'prosigue e] Obispo- el após– tol franciscano debe caminar sin poner su afición e111 las realidades terrenas. Y en esto corrige amab1emente al P. Anasagasti, que ha empleado esta misma expresión, pero poniendo "atención" en vez "afici6n". Si, arguye Mons•eñor -tiene que poner atención a es-~as r,ealidades: Porque hoy son muy complejas; hasta constituyen objeto de varias ci,e1ncias modernas especializadas. El trato con ellas Ueva implicaciones gra\'es. Y se requiere mucha discreción para que el franciscano pueda aparecer como hombre de Dios y de la Iglesia sin enfangarse en las aficiones terrenas que tanto dividen a los hombres de hoy. Se requiere :finura, sensi– bilidad, grande espiritualidad para meterse 67

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