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todo el día celebrando Misas. -Un tercero observa que las Misas indiv.iduales entraron no precisament•e por los estipendios, sino por la prevale1!1da de la devoción individua– lista. Se pasa al problema de la concelebración. Refiere un Capuchino que en su reforma se conservó algo lo de la Misa única; per-o que se perdió pronto. Añade qu•e la tenden– cia actual va cada V"ez má:s en favor de las Misas sólo comunitarias, mientras ra– zones pastorales no pidan la celebración individual; que la relativa cuestión teoló– gica fue ya za,njada por Pío XII y Pablo VI, en el sentido de que vale y 1 ti:ene sentido la celebración individual de la Misa, y de que mo es lo mismo celebrarla que oirla. -Uno de los presentes re.Liere que su Pro– vincial ha prohibido la celebración indivi– dual si no por razones pas,torales. -Una voz replica enérgica: ¡Es,o es a,ntievangélico y anticonciliar! -Otro precisa: El Provin– cial no tiene facu1tad para prohibir la cele– bración individual por sola devoción. -Un tercero p:regunta si en cambio ese Provincial permite tambié'n no celebrar la Misa todos los días, o hasta qué grado la celebración está condicionada por el estipendio. -El oitro responde que no se ha planteado el proble– ma. -Se da otro dato: En uno de nues,tros Colegios Internacionales alg,unos Padres es– tudiantes celebran sólo 4 o 5 veces al mes, y no se les puede obligar a celebrar más, ni prohibírseles la simple comunión. Esto desvlía la discusión hacia el problema teoiógico sobre el valor de la Misa, cuando pr,egunta u.no : -Aun comprendida, en esa actitud, la buena intenc1ón de celebrar la Misa sólo con mejores disposiciones, ¿esa pro.cttca objetivamente significa un adelan– to o un retroceso? -Hay quien responde que también la simp]e participación en la Misa es una conce1ebrae1ón. Pero muchos pro:estan contra esta afirmación. Uno re– cuerda que no se puede despreciar la de– claración repetida de Pío XII: que objetiva– mente no es igual celebrar la Misa que asis– tir a ella. Ot,ro advierte: -Entramos en una cuestión te.ológica muy difícil. Mejor es limitarnos a la cuestión prádica y pregun– tarnos sLnceramente si de hecho a veces no celebramos sólo por respetos humanos o intereses económicos o rutina. En este caso, sería un pr,ogreso romper en la prác- 48 t.ica con esta coacción. Pero sj,empre dejando a cada uno Hbertad para decidirlo perso– nalmente. -En medio de la discusión, habrá también quien abogará porque los francis– canos renunciemos por sistema a la per– cepción de estipendios. Varios asienten a esta idea. Alguno refiere incluso que se ha comenzado ya a hacer así en üna de las mayores Provincias de la Orden. Otro re– plica, con tono escéptico, qué tal va interna– me,n,t.e esa Provincia ... Se pone término a estas cuesüones para examinar las que en la práctica se plantean en torno a la Misa Conventual. Uno cree que las dificultades dependen sobre todo del hurario, supuesta la buena voluntad de los frailes; p.ej . si se ce1ebra al mediodía o a la ta·rde, será posible que participen casi todos los frailes, como partidp!an en la oomida o en la oena porque saben quedar libres para estos actos que les interesan realmenit,e. . . -Se observa por alguien que las Constituciones no pueden determinar tanto, porque deben mantenerse en Uill plano genérico. -Se responde que deben sin em– bargo dar orientaciones generales; y que en este punto deben asentar •el principio de que la Misa Conve,ntual constituye un acto cen– tral de la vida de oomunidad. -A esto se replica que de hecho en la práctica esto resulta difícil para todos los días, p.ej . por las capellanías a que hay que atender; que entonces habría que exigir la Misa Conven– tual al menos una vez a la semana. -Pero se le responde: Si el Oficio coral es diario, tambLén la Misa Conventual debe serlo como la culminación de] mismo, au1nque sea sin concelebradón. Refiérese que de hecho se hace ya aslí en algunas partes: deMendo los Padres celebrar individualmente por com– promisos pastorales, todos asisten a la Misa Conventual ,celebrada p,or el superior. -Pero también a esto hay quien opone una difí– ou]tad de principio: Entre los jóvenes hay una fuerte tendencia a evitar duplicados; puede que cada vez exijan con mayor insis– tencia evitarlos al menos en línea de prin– cipio, como solución habitual. .. 3) El Oficio Divino. El moderador del diáiogo plantea así el problema: ¿Lo reza– ban en común los primeros frailes? Histó– ricamente S. Francisco parece el iniciador del rezo del Oficio en privado. Antes de él, los clérigos y los monjes no se juzgaban

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