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dero franciscano aun al margen de toda pe,nitencia ,externa, folklórica. En 40 añqs no he predicado nunca la penitencia, porque no considero al mundo como de pecado, sino más bien la alegría de la buena nueva. La penitencia pertenece más bien a otras Ordenes. Nosotros debemos, sí, guardar la pobreza, pero no como parte de la pe,ni– tencia ... Esta última intervendón suscita perpleji– dad y sorpresa en los congresistas. Uno advierte que no se confunda penitencia e~terna con la púbUca o "folklórica". Otro añade que la alegria no se contrapone a l¡¡, penite,ncia; en las ''FloreciHas" está también el capítulo de la "perfecta alegría". Un tercero insiste en que hoy es más necesario que nunca predicar sobre la penitencia, para no olvidarla en las particulares circuns– tancias en que vivimos. Un congresista recuerida los argumentos principales propuestos p,or los Papas para predicar sobre la penit·e,nda, y que debieran ser interesantes para nuestra predicación: a) la necesidad del mundo infiel: motivo muy práctico, acaso el único válido, para mover a penitencia a muchos, sobre todo jóvenes; b) contra el ateísmo que está cundiendo en todas partes porque los cris– tianos no damos testimonio real de vida evam,gélica, que rncluye también la peniten– cia; e) la consecución de la paz en el mundo por las penitencias de los cristianos; d) el hambre en el mundo: que el acto penitencial se invierta en ayuda material a los necesi– tados. -Otro concluye esta cuestión rea– firmando que al menos debe considerarse como superada la motivadóin tradicional de la penitencia como medio para represión del vido; aduce el testimonio de un sicó– logo (P. Oésar Vaca?): que esta motiva– ción carece de fundamento aun científico. 2) Ejercicios de penitencia en nuestra vida. Esta cuestión ha sido planteada repe– tidamente por varios congiresistas mi,entras se discutía la ainterior. Uno ha dicho: -Es necesario ciertamente distinguir espíritu y actos de penitencia; pero hay que tener en cuenta que es imposible el espíritu sin 1os actos correspondientes. Como miembros de una comunidad, a todos nos conviene, además, ser estimulados por los otros a algunos actos de penitencia. Por colllsiguiente necesi1tamos actos de penitencia comunita- 44 ríos. -Otro precisa que algunos actos deben ser incluso obligatorios, segú.n la '''Paenit,emini". --Se aduce también un mo– tivo de actualidad: Hoy no se quieren peni– tencias "hipócritas" (capitulo de culpas, ejercicio de la discipli,na), y se tacha de masoquismo a las penitencias volu,ntarias. Pero contra la tendencia de muchos jóve– nes de reducir la penitencia a la "metanoia" interior, hay que insistir en que ésta no basta. Nos hacen falta actos externos aun e,n la vida de comunidad. -Varios pregun– tan qué actos deben imponerse en conoreto, Algunos sugieren que hoy se estilan algunas penitencias espontáneas de tipo moderno; p. ej. no ir al fútbol. (Esto cae en gracia a los congresistas. La alusión es clara para los pres,entes: al otro lado de la acera está el campo de Mestalla, d01nde al día siguiente se juega un interesante par– tido de Liga entre el Valencia y el Bar– celona: ocasión que, cnmo era notorio, esta– ba tentando a más de uno ... ). -Otro en cambio quiere que en comunidad se distin– gan los actos exte!I'nos que deben s,er co– mwnes por necesidad, y los que pueden ser libres; p.ej . no se obligue a todos, sólo por esplritu de disciplina, a !aventarse a la misma hora si ,ello no es necesaTio para los trabajos a realizar (ir a clase, etc.). Se reconoce que la penitencia en común ha de consistir ante todo en el ayuno, seña– lado ya por la Ig1esia. A este respecto se pregwnta si, desde el 1-I-19'67, cuando en España quedan ab!I'ogados los privilegios de la Bula, quedamos obligados los francis– canos a todos los ayunos de la Regla. Se responde que se está estudiando la cuestión en la Curia Generar; y que hasta se ha instituído al efecto una comisión mixta de perit:os, compuesta por repres,entantes de las varias Ramas. Mientras tanto, oficialmente quedan vigentes los aywnos de la Regla; y es particularmente indicado que se guar– den sobre todo los de la cuaresma. Otros varios recalcan que el espíritu .:firan– ciscano tiende a dejar la penitencia prefe– rentemente a la espontaneidad de cada fraile. Uno establece estos dos principios: 10) Nunca hay que olvidar que la vida franciscana debe s,er humilde, sencilla, po– bre; 2°) En cuanto a 1os actos externos de penitencia, S. Francisco fue terrible revolu– cionairio con su tendencia marcada a de-

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