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impotencia, la guarda de los propios de– beres, no confiar en 1os apoyos humanos. La p,enitencia y el pecado sólo alcanzan su verdadero sentido enmarcados ·e,n la pe'l'.'s• pectiva del reLno de Dios, de lo contrario tendríamos una noción mezquina e indi– vidualista del pecado. La respuesta a esta predicación de la penitencia debe ser ante todo la :f~: aceptar la buena nueva de la salvación,; reconociendo que e,n nuestra im– potencia 'puede sa]varnos únicamente la be– nevolenci¡:¡ de Dios, qui,en no cesa. de ofre– cérnosla. El N.T. añade al V.T. estas ideas fundamer-¡tales: Cristo es victLma expiatoria por los pecados del mundo; todos los bau– tizados, muertos y resucitados con Gr.Isto por el bautismo, completan lo que falta a ~a pasión de Cristo, renunciando a si mismos, .tomando su cruz, participando en sus padecimi:entos. El carácter interior y re•ligioso de la penitenci¡:¡ no excluye la mortificación del cuerpo porque: 1) El cuerpo y el alma deben partidpaí' en este acto religioso como par– ticipan intimameinte en toda la vida hu– mana; 2) Nuestra naturaleza es frágil por el pecado de Adán, y la carne y el espíritu tienen deseos contrarios; 3) El cristiano debe participar en los padecimientos de Cristo. Y, viceve11sa, el acto externo no vale sin la conversihn interior, pues s,eria for– maUsmo y fariseismo. Ademáis de las mor– tificacirnnes obligadas de la vida (enf.erme– dades ... ) ,se requieren otras voluntarias; sobre todo en los religiosos, que siguen más de cerca la pobreza de Cristo. B)' La penitencia. Slegún el espiritu fran– ciscano. Francisco se identinca totalmente con el Evang•elio en cuanto a la penitencia: conversión a Dios en el sentido evangélico de cambio de mentalidad (metanoia), que culmina en el momento decisivo del beso al leproso; ·y, en consecuencia, una extra.– ordinaria penitencia exterior o mortificación en sentido expiatorio por sus pecados y los del mundo uniéndose a Jesús Crucificado, y también como una ayuda para el desapego de 1as cosa.is del mundo en el que quiere aparecer siempre como advenedizo y pere– grino. Pero al mismo tiempo, con gran sentido evangélico, quiere grande prudencia en las mortificaciones corporales de los frailes, a fin de que puedan orar y trabajar sin sentirse desfalleddos; y, además, ambienta taloes mortificaciones en aquella dulzura y comprensión, que heredó de Cristo manso y humilde (realmente, su Regla es muy benigna en punto a penitencias y castigos, con g,rande diferencia sobre las otras Reglas antiguas). Remate de este espíritu de pe– nitencia en N. Padre: sus Llagas. El diálogo: 1) ¿Cómo predicar la penitencia en los tiempos actuales? E,s la primera cuestión propuesta a discusión por el ponente. Su opinión es que se debe predicarla ponioendo más de relieve su relación directa con el reino de Dios. Antes se olvidaba esto fá– cilmente para resalta,r los motivos morales. El pecado no es sólo infracció::1 mo,ral, sino ofensa de Dios. Como franciscwnos, debe– mos centrar nuestra predicación en los puntos señalados por N. Padr·e: "los vicios y las virtudes, la pena y la g'loria ... ". Un congresista distingue dos aspectos: teológico y pastoral. Otro habla de la pe– nitencia como medio ascético, como testi– monio escatológico y como unió,n con Cristo Crucificado; e insiste en la impo,rtancia de establecer más claramente la distinciún ent,re la penitencia como "forma vitae" (que debe comprender toda nuestra vida) y los actos externos de penitencia. Pero se pre– gunta cuáles deben ser éstos en los tiem– pos presei!1tes. Se aducen experienc'ias pastorales con– rtras tantes al respecto. Un entusiasta promo– tor de la T.O.F. refiere que en algunas asambleas ce:lebradas para adaptar la Regla de la T.O.F., se les ha insistido a los te,r– ciarios en la "metanoia", pero los jóvenes han reaccionado pidiendo también peniten– cias externas; éstas debe,n considerarse necesarias para participar con Cristo pa– ciente. Otro no menos entusiasta promotor de la T.O.F. confirma este deseo de peni– tencias eJ<;ternas que muestran los terciari-os jóvenes y también los adultos: en su pTedi– cación, él apoya la penit,encia en el se,ntido del Cuerpo Místico de Cristo; •en un cuerpo que tiene la cabeza coronada de. espinas, los miembros no pueden ir tras los place– res ... Pero hay también quien cree oportuno advertir lo contrado: -Se puede ser V•erda- 43

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