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por la simplicidad y funcio,nabilidad, evitando la ostentación y ,el lujo". Otro objeta al ponente preguntando sobre otro de los puntos por él recalcados: -¿Es posible una inseguridad rea] en nuestros conventos? -Responde uno: En toda la Or– den, no; pero sí e,n algunos conventos ... -Y otro: Inseguridad de miseria, no; pero sí alguna inseguridad real. . . -Insiste el obj 1 etante: ¿Esa es una inseguridad verda– dera, real? No podemos p•retender no seguir la marcha de la humanidad; hoy en los paí- ses desarrnllados no podemos p·resentarnos sucios, mal vestidos, etc. como los pobres de verdad. . . -Pero todav,ía hay quien de– fiende la realidad de ,nuestra pobreza actual: Esa inseguridad existe de hecho en los con– ventos, pues generalmente están ''a la cuarta pregunta" ... Aquí se cierra el diálogo. No porque todos los extremos hayan quedado en claro. Algunos se lamentarán después, de que se :han propuesto demasiados puntos sin dar tiempo para discutirlos. 8. La penitencia franciscana Tema particularme,nte oportuno el que nos toca examinar en la primera sesión del 31, último día del año que se va: la peni– tencia. Lo presenta el P. JOSE MARTI MAYOR, O.F.M., de la Provincia de Cata– luña, Guardián del convento de Barnelona. La ponencia: A) La penitencia según la tradidón c.ris– tiana. El Concilio ,no ha explayado el tem:. de la penit,encia, pero ha asentado las bases, que desarrollará Pablo VI en la Const. '·'Paenitemini". Con esto hay cierto cambio en el panorama penitencial cristiano; pero sólo en el sentido de que la Iglesia ha tomado conciencia más clara de que: 1) estac1do ella íntimamente unida a Cristo como Salvador, todos ,sus miembros deben participar en su expiación: 2) aunque ella es santa, •en s·us miembros es defectible y contínuamente está neoesitada de conver– sión, lo cual requiere también mortificación interna y externa; 3) aun reconociendo el papel de los bienes terrenos, la Iglesia debe ,estimular a sus hijos a la moderacLón 42 en ,su uso para de.tenderse deI peligro de apego a este mundo, en el que sólo estamos como peregrinos y extranjeros. Esta obligación de la penitencia en su doble vertiente de co,nversión a Dios y mor– tificación del cuerpo está basada en la Bi– blia, toda ella impregnada de sentido peni– tencial. La historia del A. T. no es más que una trama de pecados y penitencias o impenitencias. Es decisivo el papel de los profetas, recriminando los pecados indivi– duales y los del pueblo (Natán a David; Oseas y Jeremías: el pecado como viola– ci6n de la alienza; Isaías: el pecado perturba la paz e,n el reino de Dios). Aparece también la peni:tencia como satisfacción por los pe– cados del pueblo (Moisés; sobre todo el "Siervo de Yahvéh"); y como prueba de santidad (Judit). E'l ejercicio externo con– si,stía sobre todo ,en el ayuno, con la ora– ción y la limosna. Estas ideas se reafirman ,en el N.T., pero con resonancias nuevas. Juan Bta. y Jesús comienza,n predicando la penitencia ("me– tanoia") porque se acerca el reino de Dios. Se exige sobre todo la conversión interior, el reconocimiento de la propia

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