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de mandar. El superior, como digno repre– sentant~ de Dios, debe estar adornado de varias <illalidades: sobre todo, bondad, pru– dendencia, prestigio y ,gran sensibilidad espiritual y humana. 2) Amor y mando. El amor debe con– formar el mando y la obediencia. El impe– dirá que el superior mande duramente y hará que el súbdito obedezca sin estriden– cias y con docilidad; pues, cuando se ama a alguien, se le cree y se le obedece más fácilmente aceptando de buen grado los más duros sacrificios. El amor es una de las caracteristicas del mando franciscano juntamente -con el coloquio familiar (diá– logo) y cc,n la creación de motivos-fuerzas. 3) Disciplina y amor. Quien no sepa vivir en_:e1 amor hacia sus semejantes puede considerarse fracasado de antemano como educador,. Entre educador y educandos ha de haber confianza y ésta se gana por la bon4ad. Para educar es necesaria la disciplina, pero una disciplina consciente– mente q'U,erida y aceptada por la personali– dad intetj.or del hombre. Porque, si nace de la estrecha vigilancia y del temor, formará conformistas, hombres sumisos pero de poco numen y escasos arranques. El P. l3onavida -concluye ,con él pedagogo Carlos ll4artin: "Autoridad sin amor es edu– cación masculina; ternura sin disciplina es educación femenina; auitoridad con amor es educación humana". El diálojro: Para orientarlo, el P. Amu,nárriz ha pre– sentado un cuestionario interesante, con .":3 preguntas, que de hecho han .concentrado el interés de los congresistas, provocando sus varias intervenciones: 1) Admitida una crisis actual de obedien– cia, cuáles son sus raices? El p•ropio ponente ha sugerido las 4 siiguientes: a) bajo nivel espfrit.ual de los religiosos; b) bajo nivel de maduración personal en los súbditos; e) un concepto de obediencia excesivamente patermalista, militar o autoritario; d) desfa– sam:iento real de los franciscanos y su vin– culación a apostolados que no permiten salvar la personalidad individual. Uno ha felicitado al ponente porque se ha mostrado muy .sensible a la problemática moderna, al par que muy equilibrado, y también muy concreto y actual en la indi• cación de las 4 raices de la crisis actual. De és.t,as, él explicita más la primera, la espiritual: -Hoy se discute mucho sobre la obediencia en función del binomio súbdito-superior. Yo no quiero decidirme por el uno o el otro, sino destacar que falta un tercer término: D}os. La obediencia no es tanto una relación con el superior cuanto con Dios: el supe:rior es inter 0 mediario de Di-os. S. Francisco no sabia qué hacer del superior porque veía direc– tamente a Dios. Hoy está baja la concien– cia de la presencia de Dios. Se estudia mucho la obediencia en relación con la comunidad; está bien. Pero Dios es el bien comú;n de ]a comunidad. Hay que sup,erar el peligro de caer en mimetismo con la co– munidad (comunidades de monjas en que todas mue,stran igual caligrafía, voz etc.: ¡ la de la comunidad! ... ). Por otra parte, la reacción contra el absolutismo del superior, que se desarro]ló por influjo del absolutis– mo político, es buena, p•ero corr-e el peligro de valorizar en exceso al súbdito por egoís– mo'. .. -Alguien responde que la razón de este descenso espiritual esté acaso en que dificultades reales obstaculizan la vida espi– ritual de los :religiosos. Ha habido qui-en ha agradecido ál ponente el que de la obediencia franciscana haya excluido la obediencia militar. . . Otro le ha preguntado qué se debe pensar sobre la afirmación de que la obediencia es tainto más meritoria y excelente cuanto más dificil. Y ha recibido esta respuesta: -La perfec– ción de la obediencia depende del grado de adhesión a:l mandato y de la pureza de su motivación. Esta pureza depende del grado de amor, sea fácil o dificil el objeto de la obediencia. Ha sido referida a la raíz 4• Uiila dificul– tad, fundamental a su parecer, que uno ha apuntado: -Toda nuestra vida religiosa está demasiado cuadriculada, con demasia– das .determililaciones que no dejan suficiente respiro a las preferencias personales (v,,gr. la meditación obligatoria en común todos los días dos veces) ... Y se han indicado otras raíces. Entre éstas -ha afirmado uno- está la concien– cia histórica que tan viva tenemos hoy, sin suficiente respeto por el pasado. Los continuos cambios que vemos efectuar en 33

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