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un carisma que se institucionaliza cuando varios, al recibirlo del Espíritu Santo, se unen por vínculos estables. -Pero nueva– mente empt,ezan las réplicas. Según uno, lo mismo se puede afirmar también del matri– monio. Según otro, también la A.C. es un carisma institucionalizado. En este punto, pasado ya el tiempo, se cierra la sesión. En el ambiente general del Congreso pre– domina por el momento una impres1on poco optimista. Una vez más se ha palpado que todavía queda mucho que clarificar en cuanto a la vida religiosa en general, y sobre todo en cuanto a las peculiaridades de la vida franciscana. Lo ha puesto bien de manifiesto la polémica pasada, a veces hasta con excesiva. viveza. Durante la cele– bración de la Palabra, que a la rioche nos vuelvse a reunir en la capilla a todos, en la homilía que nos dirige el joven P. Garrido, nos habla con convicción, con sinceridad, COifl unción religiosa: sus palabrás senci– llas tratan de transportarnos al Reino del Espíritu, por encima de las opiniones huma– nas. . . Los días siguientes el Congreso se desenvolverá con mayor serenidad y un espíritu de más fraterna comprensión aún en medio de las divergoocias que seguirán manüestándose en los pareceres. 3. La Regla franciscana El P. JOSE LUIS ALBIZU, O.F.M., de la Provincia de Ca·ntabria, Dtor. en Teología por la Universidad de Lovaina, redactor de "Verdad y Vida", desarrolla, en la primera sesión del día 29, a las 9'30, su lección sobre "Los elementos esenciales de ·la Regla franciscana". L?, ponencia: A) Empieza por precisar el sentido de la cuestión. No es problema de espiritualidad, sino de Regla considerada como un con– junto de prescripciones que encarnan la es– piritualidad. La jerarquización de los ele– mentos de la Regla se ha hecho, en el pasa– do, con un criterio pastoral de aquietar conciencias. Hoy se puede hacer según cri– terios teológicos más puros. Pero hay otra valoración: distinguir elementos esenciales y variables según la v•oluntad histórica de S. Francisco. La cuestión úlHma nuestra es: ¿Podemos hoy aceptar todos los elemen- 20 tos que eran esenciales a juicio de Fran– cisco histórico? o ¿hasta qué grado debemos cambiar las voluntades concretas de S. Fran– cisco precisamente para realizar hoy ínte– gramente sus ideales esenciales? Bl Antes de resprnnder directamente, se detiene el ponente a considerar la Re.gla como p,roblema perpétuo de la Orden. Porque así lo ha sido siempre; a pesar de su cla– ridad (como advertía ya Ubertino de Casale) y de la voluntad 1general de cumplirla. Según Sabatier, se pregunta si la Regla es para la Orden, o la Orden para la Regla. Hay que reconocer a S. Francisco la paterni– dad de las dos Reglas, como él mismo quiso -ratificarlo en el Testamento. Tanto la de 12:21 como, más si,ntéticamente, la de 1223 correspondían a su voluntad firme, a pesar de algunas influencias ajenas. Incluso en algunos puntos la bulada es menos jurí– dica (poder coercitivo) y más rigurosa (pro– hibición del dinero). S. Francisco triunfó e,n la Regla; no cedió en sus ideales. Sus

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