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Cristo y san Francisco 115 La conclusión de cuanto llevamos dicho en este apartado se– gundo es diáfana: los capuchinos recurren frecuentemente a las in– tenciones, a la vida y a la doctrina de san Francisco, para impulsar a los religiosos en su anhelo de entrega al Señor. Y en forma tal que la~ constituciones de 1536 ofrecen con resplandeciente clari– dad las profundas raíces franciscanas de la nueva reforma apenas iniciada. Por ello, un segundo elemento substancial emerge del citado texto legal, junto al ya estudiado sobre la preeminencia de Cristo y su evangelio: el íntimo deseo de los iniciadores de la nueva fraternidad por conformarla, además, según el espíritu y la vida del seráfico padre. Una última reflexión. Nuestro documento hace referencia unas veces a Cristo, otras, a san Francisco; pero no faltan ocasiones en las que aparecen ambos conjuntamente para reforzar la norma u orientación de vida. Tal vez pueda entenderse, aunque no de forma totalmente exclusiva, que se trata de las disposiciones más substan– ciales cfrecidas por él. Anotamos las siguientes: la observancia puntual del evangelio (n. 1, 149), de la regla (n. 5, 149), del testamento (n. 6) y de las constitcciones (Prólogo y n. 149); la minoridad, en la búsqueda de los últimos lugares (n. 7, 133), en la renuncia al privilegio de la exención (n. 8), en la reverencia debida a los prelados (n. 9, 127) y en el servicio caritativo de los superiores (n. 101); la pobreza estricta en general (n. 27, 144), con el rechazo del dinero, de la pecunia, de los síndicos o procuradores (n. 57), y con la exclusión de pro_:Jiedades, posesiones, usufructos... (n. 58, 69); la austeridad y pobr~za en el vestido (n. 21, 23), en el calzado (n. 26), en la comida (n. 50, 52), en el lecho (n. 25) y en los viajes (n. 28); el equilibrio entre el estudio y la oración (n. 123); la esmerada elección de los candidatos (n. 12) y la distribución de sus bienes entre los pobres (n. 15); la vocación misional de los hermanos (n. 143); la caridad y misericordia para con el religioso pecador (n. 95); la predicación penitencial (n. 118); el saludo evangélico de la paz (n. 47). Estos son los argumentos básicos en los que las constituciones proponen simultáneamente a Cristo y san Francisco, con el fin de que ellos impregnen la vida y actividad de los frailes, pues Cristo, con su vida y evangelio, y san Francisco, con su vida, regla y testa– mento, forman el entramado substancial de la auténtica espiritualidad del capuchino.
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