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Constituciones capuchinas de 1575 267 dada en la ordenación canónica anterior ( cf. n. 106); refrendan algu– nas adi::iones propuestas en las de 1552, como la elección y ciertas atribuciones de los custodios, mayoría exigida para las elecciones, comportamiento durante la sede vacante del oficio de vicario general o provbcial; añaden bastantes normas de importancia sobre la elec– ción de guardianes y custodios territoriales, el modo de realizarse los escrutinios, el sujeto activo y pasivo en las elecciones, la cual,ida– des para ser superior; cambian o completan algunas prescripciones, como e: sujeto activo para la convocación del capítulo general o pro– vincial sede vacante, tiempo y número de reelecciones, tendiendo hacia una mayor amplitud. 9. Capitulo noveno (n. 114-128; n. 110-125) Tiene por objeto el apostolado de la predicación y su preparación conven~ente. Es uno de los que más recuerdan las redacciones anti– guas, con tendencia a la de 1536, y, a la vez, uno de los más novedosos e importantes de las constituciones de 1575. En efecto, más aferrados en todo lo que concierne a numerosas recomendaciones: elección de buenos mensajeros de la palabra d~ Dios (n. 114; n. 110), para que éstos no prediquen más que a Cristo (n. 115,· n. 111) con palabras sencillas y fogosas (n. 116; n. 112a); tales ministros llénense antes de Dios, con el fin de que hablen a los demás de la abundancia espiritual de la propria vida (n. 117; n. 112b); procuren evitar toda especie de avaricia (n. 118; n. 115); estudien a Cristo y beban su doctrina en la sagrada escritura, especialmente en el nue-~o testamento y especialísimamente en el evangelio (n. 120; n. 116E.); exhorten ante todo, a ejemplo de san Juan Bautista, a la penitencia, como dice la regla, pero sin descender a casos de personas concretas (n. 121; n. 118s.); conjuguen la oración con la predicación, a fin de enfervorizarse primero, para ofrecer el amor de Dios a los semejantes (n. 122a; n. 114. 120). Ténganse en común los libros ne– cesarios para el estudio (n. 123,· n. 121) y organícense devotos estu– dios, por ser imprescindibles para el sagrado ministerio de la pre– dicación (n. 125a; n. 122). No busquen los estudiantes la ciencia que ensoberbece, sino la caridad que vivifica; para ello, no se sumerjan en el estudio de forma tal que extingan la oración y la devoción, contra el expreso deseo del seráfico padre (n. 126; n. 123); y cuiden también de fomentar el espíritu de humildad (n. 128; n. 124s.).

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