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Los institutos clericales y laicales: canon 588 37 lidad, sin dar paso y ascenso a quienes tratan de promocionar. Si así fuera, los laicos se sentirían «traicionados». Hay un algo de. verdad en el lamento de que ciertos clérigos, consciente o incoscientel:nente, manejan a sus promocionados. Algo que no ocur11iría si unos y otrÓs estuvieran en posesión de una mayor cultura, y en particular, si •los laicos se sintieran válidos por si mismos, sin necesidad de patrocina– dores, con criterios de valor personal, ajenos al mensaje paternalisfa o simplemente fraterno, de quienes pueden no sopesar bien la distinta responsabilidad. Celeghin se pregunta: « I ministeri laicali possono essere consi– derati una forma moderna di esercizio di potesta sacra in sostitU:zione dei chierici di diritto ecclesiastico? 15 • Debemos saber dar con la respuesta correcta, a fin de que nuestros laicos, recibidas la « ordena– ciones » o misión, no pierdan su carácter laica! y no adquieran « esti~ los propios clericales», en una palabra, se clericalicen. Porque resul~ taría difícil explicar cómo la Iglesia, ál suprimir las órdenes menores desea dejar en manos de los laicos funciones que no tienen nada que ver con el orden sacro 16 • El problema de la naturaleza y origen de la potestad de jurisdic~ ción y su repercusión en la vida de los laicos no ha sido bien- estu– diado ni bien orientado, en orden a una serena solución de la situación que vivimos. Un ejemplo, ,entre los religiosos, en particular entre los franciscanos, se da un cierto empeño de referencia al pasado y a los • 15 CELE.HIN, o.e., pag. 469. 16 La cita que ponemos a continuación es también algo extensa, pero ilumi– nadora: « Tenemos así en la actual législación canónica una nueva figura de clerigo, en la que el ministerio propio del orden sagrado se ejerce en un marco de vida que todavía el concilio considera típico si· no totalmente ~xclusivo de los laicos. Ló que el Vaticano II afirma'. de los laicos para describir sti posicion dentro del marco eclesial en su conjunto, hoy puede afítma:tse al pie de la letra de los diáconos permanentes: « Viven en el sjglo, es decir, implicados en todos y cada uno de lqs deberes y asuntos del mui:J.do y en las condiciones ordinarias de la vida familiar, que forman como una ·trama de su existencia». Parece que aquella aspiración confusa a hacer del nuev<J diácono una especie de puente entre la ;jerarquía y el laicado se realiza, no ya 'porque el diácono no tenga que ser considerado para todos los efectos, en virtud del sacramento, como perten,enciente al ministerio ordenado, sino porque aquellos líµiite$ tan tígidos en el pasado entre el clero y .el laicado están sufriendo ahora rto pocas resquebraduras; se abre fundamentalmente la reflexión sobre la unidad \ 1 'la' aceptación compartida de· los valores del pueblo de Dios, mas bien que aferrarse a aquellas exclusividades y distinciones que tienden a dividirlo ». DIANICHC, o.e., pag. 292-293.

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