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536 Saturnino Ara pensar que se da una cierta marginación del consejo local, no tanto por la relevancia que se hubiera podido dar y no se da al capítulo local, sino más bien por la existencia de una corriente de «pensamiento» que se em– peña por elevar el rango del consejo o definitorio general, también el de las otrás circunscripciones, sin duda ninguna, el de carácter provincial, a cuerpo de gobierno colegial, con cierto olvido del consejo local, no sólo en cuanto posible órgano de gobierno colegial, sino como estructura de participación y consejo. El capítulo local aparece, en la práctica, ya lo hemos dicho, confuso y confundido con otros encuentros y reuniones. Viene machaconamente recordado con detalles y exigencias de tiempo de celebración, incluso semanal, que lo desvirtúan y le hacen perder su sabor y función de ins– trumento modélico de discernimiento comunitario, entre otras razones, porque su digna celebración se hace así imposible. La misma insistencia en el tratamiento o reflexión de ciertos temas y argumentos le convierte en encuentro de valoración académica y organizativa y no tanto de re– flexión espiritual, discernimiento comunitario. El capítulo local ni debe ni puede absorver las funciones del consejo local, entre otras razones, porque no se deben proponer al conocimiento del capítulo local, es decir, de todos los miembros de la fraternidad, cuestiones y temas que, por razón del respeto debido a la persona, mere– cen un silencio, garantizado sólo en el secreto de una consulta restringida y que, si no es obligatoria, en cuanto sea posible, habrá que limitar al mínimo de personas. Puede el capítulo local llegar a ser la expresión máxima de la co– munión y colegialidad dentro de la fraternidad, al intervenir ésta con su voto en la decisión de ciertas cuestiones de carácter espiritual– carismática, vocación y misión, y desde luego también organizativas. Pe– ro, sin olvidar que en la Iglesia, particularmente entre los consagrados, la función del superior aparece como actuación personal, es decir, la propia de alguien dotado de un don o carisma recibido para el bien de los demás, los súbditos. El superior se compromete con la función de la animación al cumplimiento de la propia vocación y misión y seguimiento de la Verdad. Los votos de un capítulo, al igual que puede suceder en un Parlamento, no deciden la Verdad, sino que la verdad existe, como gra– cia del Señor, y, en ese empeño de su bús~ueda, aparece como una buena ayuda, el servicio de la autoridad religiosa 35 • 135 Hoy se escribe mucho y se presentan técnicas de reflexión, pero no tanto en orden y re– lación al modo de celebrar los capítulos locales, sino en vista a ayudar y potenciar concepcio-

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