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396 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos» 14 • De modo y manera que las ciudades son realidades vivas e interactuantes con los procesos personales. No son solamente realidades que están ahí, sino que, estando yo dentro de ellas, son algo de mí, a la vez que son más que yo. La ciudad no sería una realidad en sí, sino para la persona. «No puede ser jamás efectivamente en sí, porque sus articulaciones son las mismas que nuestra existencia y se pone al principio de una mirada o al término de una explosión sensorial que la inviste de humanidad» 15 • Partamos, pues, de que la realidad de la ciudad plurisignificativa, plurivalente e, incluso a veces, paradójica. Por eso queremos describir, a grandes rasgos, la interacción ciudad-persona sobre todo en lo que se refiere al sustrato antropo– lógico, en el que se asentará después la posible pregunta sobre la lec– tura que una persona, una comunidad, puede hacer de la realidad de Dios en la ciudad. 1. La ciudad ofrece una cosmovisión previa, una perspectiva so– bre la vida que varía notablemente de una ciudad a otra, so– bre todo cuando pertenecen a ámbitos geográficos e históricos distanciados. Rechazar esa cosmovisión es arriesgarse a vivir como apátrida; dejarse llevar por ella sin ningún sentido crítico llevaría a una falsa inclusión. Los primeros cristianos, al ser mi– noría extrema, se han visto envueltos en esa cosmovisión. Las respuestas serán diversas 16 • 2. La ciudad propone y a veces impone un paradigma ideológi– co, moral e, incluso, religioso. Ese paradigma tiene un evidente componente liberador, sobre todo para quien viene de marcos más rígidos, como los rurales. Pero a la vez puede contener un elemento de disolución al no reparar en la situación de fragili– dad que se halla quien entra en la ciudad desde otros ámbitos. 14 l. CALVINO, Las ciudades invisibles, Siruela, Madrid 1994, 15. 15 Esto lo aplica el autor no tanto las ciudades sino a las cosas en general: M. MERLEAU-PONTY, Fenomenología de la percepción, Península, Barcelona 2000. 16 Desde la negación de Apocalipsis hasta la apertura de !Pedro.

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