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VER LA CIUDAD CON LOS OJOS DE Dros 433 3. Conclusión Tras este largo itinerario, permítasenos acabar sintetizando en cinco conclusiones los valores de fondo que pueden ser útiles para el cristiano de hoy que lee Hechos desde la luz de sus ciudades: 1) Hay que amar la ciudad, la secularidad, el mundo en el que estamos. Hay que aprobar el curso de amor a esta vida que abre posibilidades de conexión social y vital. Es preciso descubrir el rostro de la otra sociedad, aquel que puede hermanarnos y caminar juntos sorteando las dificultades inherentes al camino. 2) Es preciso amar con discernimiento, con sentido crítico. Pero con sintonía, con humanidad y hasta con compasión. No se trata de leer la realidad desde un buenismo estéril. Pero una lectura social despojada de la compasión, de la misericordia se haría muy cuesta arriba para llegar a la fraternidad. 3) Es verdad que Dios mira las ciudades con su mirada de amor. Por eso, rastrear la huella de Dios en los caminos de la ciudad, leer espiritualmente el hecho urbano, dotar de aliento y espíritu lo que parece no ser más que mera organización ciudadana, es un trabajo de humanidad y de fe. 4) Aunque la ruralidad merezca todo respeto, es preciso hoy, tal como el mundo se orienta hacia el futuro, construir una ex– periencia creyente de contenido urbano. La evidencia de que muchas religiones han sido forjadas en marcos rurales y han pervivido en sus modos ideológicos en esa ruralidad habría de ir siendo superada por otro tipo de experiencia: abierto a las nuevas ciencias, sensible a la producción espiritual, en sentido amplio, del saber humano, agradecida a los aprendizajes so– ciales. 5) El punto final, el dilema, es si construimos una experiencia ha– cia adentro de la ciudad o hacia fuera de ella, hacia la secula– ridad o hacia el sistema conocido. Esto tendría consecuencias para la misión cristiana de hoy. Seguir trabajando con los que vienen, desoír las voces de quienes insisten en que hay que salir

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