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428 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR que se zafaron con mucha dificultad los primeros cristianos, Pablo sobre todo. Pero, al fin, la fuerza de ese pegamento era su enorme debilidad para evolucionar, su fuerte componente sistémico, el peso tóxico de los sistemas religiosos. No pudo ser. Es cierto que es una ciudad donde, incluso hoy día, a pesar de su violencia, Dios mira con amor, porque «el don y la llamada de Dios son irrevocables», como diría Rom 11,29, y la llamada a esta ciudad sigue viva. Pero no supo entender, como Hechos quiere hacer verlo, que era una paso, una bisagra, entre las dos alianzas. No supo asimilar ese papel de segundona. Aún tiene pendiente el agilizar su habitat, porque muchas de las desgracias que le ocurren es por su rigidez ideológica, religiosa o política. Volverá a aparecer la ciudad en la asamblea de Jerusalén, un nuevo intento de funcionar desde el poder. Tuvo su eco, pero nació muerta. La vida, a pesar de quienes, como el Pablo de Hechos, creen que los sistemas amparan más, es algo condenado al fracaso. Pedro lo dijo allí quizá sin darse cuenta: «Dios lee los corazones» (Hech 15,8). A esos corazones tendría que haberse dirigido la oferta, no a la ideología, al sistema, a la historia. Jerusalén no supo dirigirse a los corazones y los perdió, quizá no para siempre, porque a la ingra– ta Jerusalén se le sigue amando desde muchos lados, pero sí para la experiencia cristiana primitiva. De una forma agónica vuelve a aparecer la ciudad al final del libro cuando a Pablo se le ocurrió la peregrina y antiespiritual idea de llevar la colecta a Jerusalén. Nos daba pena ver a Pablo sumido en tal marasmo, terco como una mula en la dirección opuesta a lo que marcaba el Espíritu. Nos daba pena y se lo advertimos. Y así fue: Jerusalén se comportó con Pablo como una mala madrastra, lo ninguneó, lo menospreció, lo abandonó. Nos llamó la atención que no saliera de Pablo ninguna queja contra «su» ciudad. No sabemos muy bien si esto fue así tal como lo narra Lucas, pero, a juzgar por el amplio lugar que ocupa en sus cartas, Pablo puso mucha carne en el asador en el tema de la colecta. Si el menosprecio que narra Lucas fue tal cual, hay que medir el sufrimiento hondo de Pablo.

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