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414 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR a) Hay que considerar el tiempo de Dios, incluso para las ciuda– des. Éstas entran en el plan de salvación y juegan papeles dis– tintos en momentos distintos. Jerusalén ha tenido un rol impor– tante en la primera alianza. En esta segunda, su papel pasa a un segundo lugar porque ha de solucionar el tema del universalis– mo de la experiencia creyente. Mientras este punto lo tenga en suspenso, no es su tiempo. ¿Es posible recuperar el tiempo de Dios? Sí, Jerusalén podría volver a ser herramienta de fe si re– lativiza sus teorías sobre una elección excluyente. Algo de esto intuyó Pablo en Rom 9-11. b) La postura de Pablo, más concordista, quizá tenga respecto a Jerusalén una mirada de un cierto valor: las ciudades evolucio– nan. Es preciso dejar las puertas abiertas. En realidad, Jerusa– lén, quizá a su pesar, sigue siendo una instancia de experiencia creyente, incluso para el cristianismo. La multitud de peregri– nos que, cada año, dirigen sus pasos a la ciudad santa está in– dicando que, de algún modo, sigue teniendo una finalidad cre– yente. Enfocar todo ello desde un lado meramente turístico y económico, sería algo excesivamente estrecho 49 • e) Es saludable pensar que el liderazgo creyente de una ciudad no viene por los títulos religiosos que la historia le ha atruibui– do, sino por la obra de fe real que se hace. Esto aparece en los mismos evangelios respecto a Jerusalén: Le 19,41-42. El gran soporte de la ideología de Santiago y los de su grupo es el me– sianismo davídico y, por ello, la primacía de la ciudad de Je– rusalén. Pero estos avales no le son suficientes a la experiencia cristiana. Por eso mismo, dicha experiencia se desplaza a Antio– quía, una ciudad sin «avales» religiosos oficiales. 49 Israel recibió en 2014 3,5 millones de visitantes. De acuerdo con encuestas realizadas en los aeropuertos y pasos fronterizos, un 53% de los 3,5 millones de turistas eran cristianos -la mitad de ellos católicos- y un 28% judíos.

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