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294 FIDEL AIZPURUA pudran, así lo dicen públicamente, los delinouentes; la lucha con– tra el SIDA y la oposición tajante a campañas preventivas; las medidas políticas contra la droga y la prostitución y el abandono absoluto de cualquier proyecto terapéutico salido de la hase; etc. Es un querer no queriendo, hipocresía pura. c) La insensibilidad ante la pobreza social en las capas más sencillas de la sociedad que delegan este asunto en los poderes pú– blicos y no se dan por enterados cuando, en realidad, podrían ser vehículo efectivo de un notable crecimiento y maduración social. d) La inexistencia de una teoría política y económica desde este componente social dejando todo este ámbito a instituciones benéficas como si no fuera algo realmente a ser tenido en cuenta en el conjunto del entramado social. III. ¿MALDICION O LUGAR DE ENCUENTRO? Todo lo dicho apunta y pretende colaborar a una reflexión que propicie un poco más el tránsito de la pobreza conceptuada como maldición a una idea de la misma como lugar de encuentro y posibilidad para todos los componentes de la vida social, utopía a la que no sólo no es preciso renunciar sino en la que cada vez se puede· creer más. l. PERSISTE LA MALDICION Toda la reflexión anterior es consciente de que persiste la con– cepción de la pobreza social como maldición. Es muy difícil, por no decir imposible, sustituir los mecanismos habituales de entender la vida por otros de nuevo corte. Esta persistencia de la maldición se manifiesta no sólo en cuestiones ideológicas sino en modos prác– ticos de vida, en ese hacer oídos sordos a la situación del Tercer Mundo, una vez eliminado, si es que existió, el Segundo M1mdo, los países que podían acceder al desarrollo desde la pobreza.

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