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490 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR chador, la ablación de clítoris o la oración del viernes» es una vía de agua en un sistema viciado por el buenismo «de una Iglesia llena de absurdo entusiasmo misionero» y «el tercermundismo falsario de la izquierda tradicional». Habría una tercera vía, sencilla, pero nunca aceptada del todo: el simple respeto a la «otredad» del otro. El otro está bien siempre que su presencia no sea molesta, siempre que no sea realmente otro. A quienes no encajan en nuestros parámetros sociales los conside– ramos «seres tóxicos». «Lo tóxico es el propio vecino extranjero, el abismo que hay, por ejemplo, en sus placeres o creencias. De ma– nera que el objetivo final de cualquiera de las normas que rigen las relaciones personales es poner en cuarentena o por lo menos neutralizar y contener esa dimensión tóxica, reducir al vecino a la condición de prójimo ... Esta concepción de la desintoxicación del vecino supone un paso claro de la barbarie directa a la barbarie con rostro humano. Plasma un retroceso que va desde el amor cristiano al vecino a la práctica pagana de privilegiar a la propia tribu frente al Otro bárbaro. La idea, aunque se envuelva en la defensa de los valores cristianos, constituye en sí misma la principal amenaza para el legado cristiano» (S. ZrzEK, Barbarie con rostro humano, p. 34). El simple respeto, la evidencia de que los marcos vitales son diferentes, habría de ser horizonte de la ciudad nueva, de la sociedad montada sobre valores elementales de humanidad. Algo de esto ha experimentado el mismo Jesús cuando ha «via– jado» a tierra de paganos. ¿Qué le impulsó a ir? ¿Quién le impulsó a ir? ¿Quizá el Padre? Por su pie un judío de la antigüedad no va a tierra de paganos, de no ser para negociar, por razones económicas. Es de suponer que no fue ese el motivo del viaje de Jesús. Fue, quizá, a disgusto (de ahí su dura respuesta a la mujer sirofenicia, Me 7,44- 47). Pero de un pagano tuvo que reconocer que «no hay fe en Israel como la de este hombre» (Le 7,1-10). Quizá ahí surgió el respeto y, con él, la frase laudatoria. Desde esa perspectiva es posible soñar en relaciones sociales nuevas. Si no, imposible.

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