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486 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR portable y sin sentido. La ciudad nueva con la que sueña Apocalip– sis y muchas gentes, el mundo diferente, el horizonte soñado se hace imposible si se cede a la presión estranguladora del desaliento. 2. Espiritualidad de la inclusión social La nueva sociedad que es el techo de la espiritualidad del Apo– calipsis ha detener a la base la inclusión social, de acuerdo con las insinuaciones sembradas en el texto por el teólogo especular. Por eso, es preciso ir generando una espiritualidad de la inclusión social. Cuando hablamos de espiritualidad no nos referimos a una cuestión religiosa, sino a una manera honda de pensar, de enfocar la realidad que permita el nacimiento de un nuevo tipo de relaciones humanas. Marcadas estas por el individualismo y el éxito particular, la espiri– tualidad de la inclusión social ha de dirigir la mirada al conjunto de la historia hasta llegar a creer, como decía L. Felipe, que el éxito de la historia es «llegar con todos a tiempo». ¿Qué notas habría de tener esa espiritualidad básica de la in– clusión? En su núcleo duro habría que poner la dignidad. Si ésta no se halla a la base de la relación se entra en derrota y la deriva que se toma puede llevar a los peores abismos. Además, es necesario el inapagable anhelo de la justicia. Si se abandona la batalla de la justicia, con lo que se indica que se sitúa uno en el lado del poder, se ha perdido el norte de la inclusión y de la misma humanidad. En tercer lugar sería necesaria una visión holística del mundo, amplia, universal. Mientras uno se halle cerrado en el estrecho límite de su «caverna», de su patria (terrible noción), de su cultura dominante, de su ideología religiosa excluyente, no habrá posibilidad de sen– tarse a la mesa común. Finalmente, habría que subvertir la idea de beneficio sacándola del único lugar en que la situamos, el beneficio económico. Sería preciso creer que la famosa «calidad de vida» vie– ne más por vía del corazón entregado que por la senda de las rique– zas acumuladas y, por lo mismo, mal repartidas. ¿Es esto soñar? «Todavía soñamos», dice la canción de Victor Heredia. El más crudo neoliberalismo, su dentellada mortal no ha

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