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CANTANDO EN TIEMPOS OSCUROS 485 Mandela, escribe: «La cárcel y las autoridades conspiran para robar la dignidad al hombre. Eso, por sí solo, garantizaba mi superviven– cia, por que todo hombre o institución que intente arrebatarme mi dignidad sufrirá una derrota, por que no estoy dispuesto a perderla a ningún precio, ni bajo ninguna clase de presión ... Hubo muchos momentos sombríos en los que mi fe en la humanidad se vio seve– ramente puesta a prueba, pero no podía ni quería abandonarme al desaliento. En esa dirección se encontraba la derrota y la muerte» (El largo camino, p. 124). El desaliento también extiende sus garras en el ámbito social, sobre todo en épocas de fuerte crisis. La eviden– cia de que vencer a quien explota y se lucra, legalmente, de su situa– ción de poder; el hartazgo ante fórmulas sociales y económicas que no van a funcionar; el infinito cansancio ante los líderes políticos que repiten medidas que ni ellos mismos terminan de creérselas; la indolencia social que adormece las conciencias; el consumo exage– rado, individualista, insolidario, son realidades que llevan a muchas personas a creer que los cambios sociales son impensables. Sin embargo, por increíble que parezca, las posibilidades de po– ner en pie propuestas alternativas no son mera imaginación. El eco– nomista Michael Albert nos ha hecho ver que el modelo «neoame– ricano» (éxito individual, ganancia financiera a corto plazo) y el modelo centroeuropeo que da prioridad al éxito colectivo, al con– senso y al objetivo a largo plazo asumen que «competitividad puede rimar con solidaridad». «Así pues, que nadie se escude en una su– puesta "imposibilidad técnica" para despreciar las propuestas alter– nativas. No es ninguna ingenuidad antiacadémica pretender que las cosas puedan ser de otra manera. Y no resulta en absoluto utópico pensar en un sistema social en que el mercado y su lógica deje de ser un fin en sí mismo para convertirse en un medio» (I. ZuBERO, Movimientos sociales, p. 95). En esta certeza se basa la insistencia como clave para resistir. Tal insistencia tiene como núcleo la certeza de la bondad básica del hecho histórico y de la realidad persona. Presupone una confianza inquebrantable en lo mejor de la especie humana, en sus valores solidarios. Si estas certezas flaquean, la tarea de insistir se hace inso-

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