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480 FIDEL A1zPuRúA DoNAZAR Pérgamo. Las alusiones a personajes del AT conocidos por sus cul– tos idolátricos así como la alusión a la fornicación en el caso de la mujer, hacen suponer que se trata de algunos que mantienen posi– ciones diferentes a la suya en cuestiones de posicionamiento ante el culto imperial. Bien podían pensar aquellos, al estilo de Pablo res– pecto a la carne sacrificada a los ídolos en Corinto, que la expresión de lealtad al emperador se podía separar de su adoración y conside– ración como divino. En todo caso, vemos que en estas comunidades hay posturas diferentes ante el tema de la posición frente al sistema socio-político y económico del Imperio que se legitimaba religio– samente» (R. AGUIRRE (ed.), Así empezó el cristianismo, p. 364). Es decir, habría otra manera de enfocar el problema, tolerar, e incluso respetar sin admitir los postulados de una sociedad que funciona en modos distintos a los planteamientos evangélicos. Esa tolerancia llevaría a la comprensión y el respeto, quizá, a la colabo– ración en lo que de humano puedan tener modos de vida no religio– sos. El mismo Jesús ha sufrido críticas similares a las que el viden– te de Apocalipsis endilga a los paga-nos: fue calificado de profeta que extravía a la gente (Jn 7,12), de ser sospechoso de provenir de la prostitución (Jn 8,41), de banquetear y ser comilón y borracho, amigo de pecadores (Le 7,33-34). Y, sin embargo, Jesús se ha mante– nido en la más exquisita tole-rancia y respeto. Quizá por eso es una fuerza alternativa, profética, con capacidad de alumbrar la realidad de una sociedad nueva. 5. Más allá de la doctrina ( Ap 2,13-14) El talante coactivo del vidente plantea en la carta a la iglesia de Pérgamo una vieja y perviviente dialéctica: la de la primacía de la ortopraxis sobre la ortodoxia. Por de pronto, no es buen comienzo calificar a toda una ciudad como lugar «donde Satanás tiene su tro– no» y «morada de Satanás» (Hopou ho thronos tau Satana ...hopou ho Satanas katoikei, Ap 2, 13). Eso predispone a la condena. Las causas de tal condena tienen un denominador común: son doctrinas erróneas. Cita concretamente a dos: a) «los que profesan la doctrina de Balaán» (Kratountas ten didakhen Balaam, Ap 2,14). Balaán fue

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