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CANTANDO EN TIEMPOS OSCUROS 479 la nueva ciudad, sino la que viene del amor cumplido. 4. La difícil, pero posible, tolerancia ( Ap 2,20) El vidente de Apocalipsis quiere obviar el duro aprendizaje de la tolerancia supliéndolo por la directa condena. En la carta a la iglesia de Tiatira despliega todo su poder de coacción para con– denar a quien lleva una vida en parámetros muy distintos a los de su comunidad. Ese estilo de vida queda calificado globalmente, to– mando la expresión del enemigo, como «las profundidades de Sata– nás» (Ta bathea tau Satana, Ap 2,24). Esas profundidades incluyen: una «profecía que extravía a mis servidores», una «incitación a la fornicación» y los «banquetes idolátricos» (Jezabel, hé legausa heau– tén prophétin, kai didaskei kai plana taus emaus daulaus parneusai kai phagein eid6lathyta, Ap 2,20). El castigo caerá implacable sobre los «amantes-hijos» (Kai taus maikheuantas met'autés ... kai ta tek– na autés, Ap 2,22-23). Es decir, tolerancia cero con todo aquel que no encaja en los parámetros de la comunidad creyente. El compo– nente sectario aflora aquí más como una realidad que como una amenaza. Más aún, esa condena cobra una maldad añadida cuando se hace en la figura metafórica (y bíblica) de una mujer, Jezabel. «La situación que él [el autor de Apocalipsis] considera muy importante, grave y decisiva para la comunidad tiene que ver con el posicio– namiento ante el culto imperial y su significado; sin embargo, su visión de la situación no parece ser la única ni ser compartida por otros profetas y quizá dirigentes de las comunidades a las que se di– rige. La alusión a una profetisa de Tiatira con el nombre de Jezabel (2,20-23) supone ya una descalificación y una desacreditación hacia una mujer profeta de una comunidad que parece tener una visión distinta de la suya. El hecho de denominarla con el nombre de una reina del reino del Norte (2Re 9,22), a la que la Biblia caracteriza muy negativamente por haber introducido cultos idolátricos en Is– rael favoreciendo el sincretismo cultual, supone una estigmatización y un juicio demoledor contra aquella. Lo mismo hay que decir de aquellos a los que denomina «nicolaítas» (2, 14-16) y que viven en

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