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476 FIDEL AIZPURÚA DüNAZAR puede aceptar sin vergüenza el llamar a la puerta de quien le puede rechazar. Precisamente esta actitud amorosamente «pordiosera» de Dios ante la persona puede ser, quizá, mejor argumento de conver– sión que cualquier coacción religiosa o moral. 2. Constancia a pesar de nadie ( Ap 3,1O) Es voz común entre los comentaristas que Apocalipsis es un texto de resistencia en una hora social muy difícil. El tipo de re– sistencia que, en general, parece elaborar Apocalipsis es el modelo de «resistencia frente a otros» e, incluso, «resistencia contra otros». Es normal que quien sufre reiterada e injustamente construya estos tipos de resistencia. Las duras respuestas de las víctimas son expli– cables y «sagradas». Pero se podría preguntar cómo elaborar una resistencia sin caer en las garras de un nuevo conflicto, de la conde– na, de la exclusión. Eso es lo que el vidente de Apocalipsis no sabe encontrar. ¿Sería posible un tratamiento del conflicto desde la no condena, la no exclusión? ¿Puede uno mantenerse en la constancia y la fidelidad no a costa de alguien sino a pesar de nadie? Tal vez el teólogo que sugiere la lectura especular pueda dar alguna pista. Lo primero que se podría decir en esa otra dirección que apun– tamos es que la comunidad de Filadelfia «ha hecho caso de las pala– bras» de Jesús (Kai etérésas mou ton logon, Ap 3,8). Si la constancia que es el valor central de esta comunidad está ligada a las palabras de Jesús, a los valores del Evangelio, tiene que ser una constancia incluyente, puesto que el modo de vivir de Jesús, su constancia en ofrecer y vivir los valores del Reino, ha sido totalmente incluyen– te. Una comunidad seguidora no puede asentar su constancia en la exclusión, sino en la mesa amplia, en la cercanía con todos, en los ca-minos comunes, en las situaciones de todos, mirando más allá de la moralidad o de la legalidad al fondo de la dignidad común. Si no, imposible. El teólogo dice, como prueba de triunfo, que «algunos de la sinagoga de Satanás» reconocerán el valor de la comunidad cris– tiana (Ek tés sinagógés tou Satana, Ap 3,9). La expresión, por ella misma, es inaceptable. Pero si los valores de la comunidad han de reconocerse en modos forzados no estamos en la constancia inclu-
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