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422 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR que la escritura es de por sí una actividad especular y de que todo hecho de escritura goza de características especulares. Nosotros aplicaremos a Apocalipsis la categoría de relato especular. «Un rela– to especular es un relato sobrecargado semánticamente; es decir, un relato cuyo enunciado, que soporta la reflexividad, funciona en dos niveles: como relato en sí mismo y como reflexión de otra realidad segunda que deja traslucir (se trata de un metarrelato)» (E. MARTí– NEZ, Algunos aspectos de la especularidad narrativa, p. 272-273). En otras palabras, la reflexividad de un relato viene, en primer lugar, del desdoblamiento que se confiesa en uno u otro nivel del relato. Esto es lo que creemos que ocurre en textos como Apocalipsis: se descu– bre en él una especularidad intratextual quizá inconsciente pero ob– jetiva. Efectivamente, en el texto de Apocalipsis podemos descubrir como dos niveles: por un lado, la obra del narrador en sí mismo. A este le llamaremos el «vidente». Pero hay un segundo nivel, oculto, especular, intratextual, al que llamaremos el «teólogo». El prime– ro, lógicamente, es deudor de la herencia de la literatura apocalíp– tica judía de la que ha tomado ideas, expresiones y mentalidad. El segundo, como a contrapelo, va poniendo un contrapunto de tipo liberacionista, humanista, evangélico en suma, que «actúa a modo de testimonio de autoridad y garantía con respecto a la verdad ideo– lógica vertida en las enunciaciones por él pronunciadas» (E. MAR– TÍNEZ, Algunos aspectos de la especularidad narrativa, p. 275). Este contraste percibido en la continuidad del texto es el que posibilita una lectura nueva. No hay que extrañarse de esta clase de saltos es– peculares. Incluso habrá que contemplar la posibilidad de un tercer nivel, aquel que se da en el interior mismo del lector y que se suma a la novedad del hecho de lectura. Cuando a José A. Pagola le hacen notar el estilo brillante y cautivador de su obra, Jesús. Aproximación histórica, él responde: «Lo que a mí me llena de alegría es compro– bar que muchas personas que leen mi libro sienten a Jesús más vivo y cercano, encuentran un sentido diferente a su vida, se despierta en ellos el deseo de una vida más humana. Encuentran en mi libro algo que yo no he puesto». Es «algo» que el autor no pone y que el lector desvela también hace parte de la aventura de leer.

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