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CANTANDO EN TIEMPOS OSCUROS 471 con las fuerzas más básicas de la vida. Comer es vivir en todos los sentidos, físicamente, existencialmente, afectivamente. A través de ese microcosmos que es el acto de comer pasa la savia de lo huma– no e, incluso, de lo espiritual. Comer es una actividad espiritual: a través de la producción, selección, preparación de lo que nos ali– menta reflejamos y hacemos patente nuestra manera de enfocar la realidad, nuestro modo de entender lo que está en lo profundo de lo humano, su espíritu. Comer es, así mismo, una tremenda actividad social de consecuencias gigantescas en nuestro tiempo que afecta a los modos de producción, al consumo, a la solidaridad. «Hay geó– logos y biólogos que afirman que actualmente está produciéndose una tercera gran extinción de las especies, la cual se inició hace 2.500 millones de años, cuando enormes glaciares empezaron a cubrir una parte del planeta, alterando el clima y el nivel de las aguas mari– nas. Casi al mismo tiempo surgió el hamo habilis que ideó el uso de instrumentos (piedras, palos ... ) para intervenir más eficazmente en la naturaleza. Más tarde, llegado ya a la categoría de hamo sa– piens, mostrará tal capacidad destructora que se 1equiparará a un meteoro arrasador. En la actualidad, y debido a un consumo irres– ponsable e irreflexivo, ha introducido una práctica de depredación sistemática de los ecosistemas y, en consecuencia, está acelerando el proceso de extinción masiva de especies vivas, a un ritmo de la propia naturaleza» (L. BoFF, Virtudes 1, p. 40). Es que Apocalipsis, en la serie de siete cartas con la que se abren sus visiones, culmina en una cena que, apropiándonos del hermo– so texto de san Juan de la Cruz, decimos que «recrea y enamora» ( Cántico espiritual, 70). Tal cena es metáfora de la transitividad de Dios por la historia humana. «Puede decirse, sin ningún asomo de osadía y sin hipérbole, que la Biblia entera se decanta en Ap 3,20; pues toda la historia de la re-velación bíblica ha consistido en una larga visita de Dios a la humanidad; ahora esa visita, como la de un amigo necesitado, que está en pie a la puerta, aldabonando y alzando su voz para que se le abra, asume dimensión personal con la venida de Jesucristo, el Hijo de Dios, quien quiere establecer con la humanidad una alianza de amor y una compañía permanente, ra-
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