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CANTANDO EN TIEMPOS OSCUROS 467 llevarle a constituirle en una especie de élite sino que la implicación de la ciudadanía en sus propios problemas ha de ser algo innegocia– ble. La acción voluntaria, a la postre, cree en el crecimiento de quien se da y de quien recibe, en mutua reciprocidad que es la que hace que los derroteros humanos avancen por órbitas nuevas de mayor humanidad. Una de las variantes más actuales del voluntariado son hoy las llamadas Organizaciones No Gubernamentales (ONG), que son or– ganizaciones independientes, con entidadjurídica, que habitualmen– te actúan con fines humanitarios y sin ánimo de lucro. Aunque ya había grupos con es::os componentes, es a partir de los años ochenta cuando se da una auténtica eclosión. Este fenómeno ha dado lugar a actitudes muy encontradas respecto a las ONG: «Hay quien ensal– za las actitudes heroicas de alguno de sus miembros, pero hay quien pone de relieve abusos en el manejo del dinero. Muchos confían so– lamente en las grandes ONGs porque consideran a las pequeñas como un grupo de amiguetes que con ellas han montado su hobby. Algunos valoran su ~apacidad de analizar la realidad y estar atentos a sus cambios pero otros, por el contrario, -como en los recientes sucesos de Ruanda-, les han achacado su información deficiente. Y lo que es peor: hay quien piensa que las ONGs son utilizadas por los gobiernos como colchón para parar los conflictos derivados de las desigualdades sociales. Sobre todo porque las ONGs ya no hacen una labor crítica. Como una autoridad ha señalado en un reciente artículo, hacen caridad y no justicia» (V. VIÑUALES, Las ONG, p. 29). Más allá de estas ásperas observaciones y de la evidente necesidad de una buena crítica a la realidad de las ONGs, lo que sigue siendo cierto es que asociarse para humanizar siempre tendrá sentido, más allá del riesgo de corrupción que ello conlleve. Otro fenómeno que podría inscribirse en el apartado de amores universales es el de las adopciones de niños que siempre ha existido, aunque en mucha menor medida que ahora, y nunca había saltado las fronteras del mundo ya que las familias occidentales adoptan a niños de todos los países del mundo. Es cierto que, como toda em– presa humana de hondas ramificaciones en lo afectivo y personal,
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