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CANTANDO EN TIEMPOS OSCUROS 421 una visión positiva y positivizadora de la existencia. No se trata de caer en el peligro constatado de la psicología humanista que llega a tener una valoración excesivamente positiva de la vida. Se trata de agradecer «el don que es ser y respirar», como dice F. Brines en el poema citado anteriormente. Afianzarse en lo negativo de la existencia desde el punto de vista religioso o moral es ya tomar una opción de lectura de textos del NT como Apocalipsis. El resultado será una lectura criminalizadora de la realidad, en nada útil a la construcción de una experiencia creyente saludable. Una posible manera de salir de este impasse tal vez pueda ser tener presente la teoría literaria de la especularidad narrativa. Quizá sea imprescindible aceptar, de salida, el conocido aserto de Borges de que «una literatura difiere de otra, ulterior o anterior, menos por el texto que por la nanera de ser leída» (J.L. BoRGES, Otras inquisi– ciones, p. 218). La esencia del texto se gesta entre dos conciencias, la del autor y la del lector. No hay que olvidar esta «paternidad» que el lector aporta al texto y que, en definitiva, es el gesto del hecho de lectura. «La frase de Borges adquiere una densidad inusitada porque alude al texto en su multiplicidad de posibilidades de lectura desde dos angulaciones, la del autor que reescribe las literaturas anteriores recreándolas con conexiones inéditas y especulares que aumentan la información, y la del lector que descodifica lo leído según sus textos interiores y a partir de los textos de la cultura introyectados, gene– rando nuevas lecturas, y, con ello, modificando las lecturas del pasa– do» (G. R1cc1, El texto múltiple, p. 2). Es la compleja función de la especularidad: la que afecta al autor como recreador de conexiones y la que afecta al lector como decodificador y «padre» del texto. La primera se divide, a su vez, en dos: una especularidad objetiva, textual, (el texto recreado) y otra «subjetiva», consciente o no, que se mezcla a la objetiva. Y lo mismo ocurre en el lector: lee lo que ve y lee también lo que el nuevo sentido sugiere. Estas sutilezas que apuntan a los mecf.nismos especulares subyacentes a la estructura profunda del discurso nos pueden ser muy útiles a la hora de inten- . tar un tipo nuevo de lectura de los viejos textos del Apocalipsis. Ahondemos un poco más partiendo de las certezas básicas de
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