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460 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR Un amor resistente solamente puede serlo en la medida en que sea un amor de componente cósmico. Cuanto más se reduce, se singulariza, se privatiza el amor, menos capacidad de resistencia adquiere y menos posibilidades de arribar con éxito al sueño de la ciudad nueva. 2. Derivaciones Todo lo dicho deja claro, aplicando la metodología de la lectu– ra especular, que el amor resistente no es cualquier amor, sino uno con determinadas características. Vamos a proponer algunas pistas concretas para poner rostro a ese tipo de amor resistente en la difi– cultad del caminar histórico. 1. Un horizonte irrenunciable Tal horizonte no es otro que la fraternidad universal, la certe– za inconmovible de que el horizonte del largo caminar humano es llegar a una relación buena y común, amor universal. Cuando Apo– calipsis sueña con unas «bodas de amor» al final del hecho humano es algo de esto de lo que habla: por enormes que sean las heridas de la historia estamos destinados al buen entendimiento, a la acogida y al amor. Esto queda considerado por cualquier analista que se pre– cie como una ingenuidad de inaceptable calado infantil. Pero hay un comportamiento terco en la estructura humana, sembrada en lo hondo del genoma común: que la casa de la persona es la persona y que mientras no lleguemos a esa morada andaremos, errantes, bus– cándola. Muchas personas se han preguntados si los humanos podre– mos llegar a vivir algún día como hermanos. El franciscano Eloi Lecrec es muy conocido entre los amantes de san Francisco porque hace años publicó un librito que tuvo mucho impacto y que algu– nas personas todavía releen. Se titulaba Sabiduría de un pobre. Pues bien, este hermano, ya anciano, ha publicado otro hermoso libro: El sol sale sobre Asís. Cuenta en él con palabras estremecedoras cómo, siendo estudiante franciscano, fue apresado por los nazis en la se-
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