BCCCAP00000000000000000001123

456 FrnEL A1zPuRúA DoNAZAR 3. Una alianza fiel ( Ap 11,19) Después de la séptima trompeta, los veinticuatro ancianos entonan un cántico de acción de gracias a Dios por la reivindica– ción que va a verificarse. El himno utiliza motivos del AT (Sal 2,1; 115, 13; etc.). A la cólera de las naciones se opone la cólera de Dios. Es la perspectiva del vidente: ha llegado «el momento» (ho kairos, Ap 19, 18b). Es decir, ahora se va a hacer con nosotros la justicia que se nos debe; y tal justicia se ejercerá contra quienes nos han destrui– do. El vidente no logra salir de la justicia vindicativa y destructora: la destrucción de los malos va a ser pagada con otra destrucción mayor («para destruir a los que destruyen la tierra»: Kai diaphthei– rai taus diaphtheirontas ten gen», Ap 19,18). Pero ocurre lo inesperado: «Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de la alianza» (Kai enoige ho naos tau Theou en tó ouranó, kai óphthé hé kibótos tés diathékés au– tou en tó naó autou, Ap 19,19). Se esperaría un signo destructor por parte de Dios, su espada, su brazo fuerte, su relámpago, su cólera imparable. Pero no, aparece el arca de la alianza, el signo perenne de su fidelidad con la historia humana, su amor en suma, «de su vincu– lación con todos los humanos» (X. PIKAZA, Apocalipsis, p. 138). Es cierto que el vidente puede arrimar el signo a su lado diciendo que es fiel con los elegidos y no lo es con los malvados. Pero la incom– prensible fidelidad de Dios, tal como queda claro en el Evangelio, es «con buenos y malos» (Mt 5,45). Dios, aun sufriendo por ello, no abandona su alianza, ha echa– do su suerte a este lado de la historia y no se va a arrepentir jamás, por mucha que sea la maldad de los humanos, el daño que la histo– ria ha acumulado, las heridas que los destructores de la tierra hayan infligido a la creación. Con Jesús, sabemos que se rompió para siem– pre el maleficio aquel que llevó a Dios de haberse «arrepentido» de crear a la persona sobre la tierra (Gn 6,6). Creer en un Dios fiel y a la vez vengador son realidades absolutamente incompatibles, por– que la fidelidad y el amor no se mezclan con el odio y la venganza. ¿Lo ve así el autor de Apocalipsis? Quizá no en primera instancia

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz