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450 FIDEL AIZPURÚA DüNAZAR palabras, nuestra meta no es recibir la Luz para otorgar, sino volver a conectar las astillas que produjo el rompimiento. Al lograr la co– nexión la criatura alcanzará el poder del otorgamiento y más ade– lante alcanzará la cualidad de "recibir para otorgar"» (L. LAITMAN, Basic Concepts, p. 50). Para estos autores la fuerza del amor radica justamente en resistir al odio. Este planteamiento es iluminador a la hora de enfocar el libro del Apocalipsis. No nos queda duda, como lo subrayan todos los comentaristas, que este texto es un libro para la resistencia. Pero, ¿desde qué perspectiva se articula tal resisten– cia? La simple lectura del texto y la abundancia de comentarios dan a pensar que es justamente desde «el odio» (con todos sus matices) desde donde se escribe y se lee. ¿Sería posible una lectura e interpre– tación del texto desde la perspectiva del amor? Aquí entra de lleno la teoría de la especularidad narrativa que estamos empleando en nuestra relectura de Apocalipsis. «La obra es siempre reflejo del autor, un producto que nace de su genio creador y de las vivencias de éste» (E. MARTÍNEZ, Algunos aspectos, p. 272). Debido al grave momento de dificultad social y política que parece reflejar Apocalipsis, es comprensible que el autor se deje, conscien– temente o no, por una respuesta «natural» de odio y venganza. Pero los sentimientos no son únicos y puros. ¿Puede pensarse que un «metautor» deje la huella de otro sentimiento, aquel que dice que, en el fondo, la reconversión de la historia vendrá más por el amor que por el odio o la venganza? Nosotros intentaremos leer desde esa arriesgada y, para muchos, arbitraria perspectiva. Pero, volvemos a decirlo, es demasiado fácil, por no decir infantil, enfocar un texto desde una sola perspectiva ya que la trama narrativa, y aun semán– tica, es, como sabemos, mucho más compleja. Esos otros sentimientos que pueden dar una pista nueva de lectura apuntan a la realidad histórica y política. Pero, en último término, tienen que ver con la percepción del mundo y de la ma– teria. Comprendemos que el autor de Apocalipsis, cristiano perte– neciente a una minoría religiosa que navega (y casi naufraga) en el mar del paganismo, unida a una situación política convulsa y en la oscuridad de una época preilustrada tenga tintes negativos. Pero

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